Pisitófilos Creditófagos, Mayo 2007

19 mayo 17:35, ppcc dijo:
Para que ustedes se hagan una idea del tamaño de nuestra burbuja crediticia, analizado en términos de déficit por cuenta corriente -deuda externa-, en números redondos:

1) somos el segundo país del mundo que más debe; con el 8% del total; el primero es Estados Unidos, que debe el 65%, pero, ¡ojo!, son los dueños del dólar, moneda de reserva mundial; el tercero es Reino Unido, que, no obstante, debe la mitad que nosotros, teniendo mucha más población y siendo los dueños de la libra esterlina.

2) El 75% de lo que se "debe" en todo el mundo (posiciones deudoras en balanzas por cuenta corriente), lo deben Estados Unidos, Reino Unido, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda, países todos cortados por el mismo patrón en relación con lo que estamos analizando;

3) de lo restante, nosotros debemos, ¡atención!, casi el 30%, que es el triple que Francia y cinco veces lo de Italia, cuyas poblaciones (y sistemas económicos) son muy superiores.

martes, 21 de abril de 2009

Como se perpetró la estafa. Un análisis social y económico. 1ª Parte

Excepcional exposición del forero Alfons1 en Burbuja.info.

Sin paños calientes.

Enlace.

(primera parte)

Con permiso...

España. Cortijo de listos, chorizos y sinvergüenzas. Merecedores a pulso, de estar en la peor situación económica, laboral y social de Europa. La champions league del pensamiento bobo, simple, memo, manso. Del tener razón por mis cojones. De la barra libre a los empresarios más corruptos, y paraíso del dinero negro y de las mafias de media Europa. La champions league del paro y la destrucción de empleo mundial, de la falta de transparencia, del urbanismo corrupto, de la justicia colapsada… pero nos da igual. Aquí no protesta ni dios. Para qué.

1) Como se perpetró la estafa:

La libertad de mercado no existe. El liberalismo es algo que no pasa de lo hetéreo. El mercado siempre se regula y se interviene por los agentes políticos. Si no regula el mercado el Estado, porque gobierna un partido liberal, sigue habiendo intervención del mercado por otros mecanismos:

- La posición dominante de las grandes empresas ejerce presión política.

Son capaces de alterar el mercado por su posición privilegiada en medios de comunicación o, directamente por presión política. Por ejemplo, con amenazas de deslocalización: si no regulas esto que me beneficia, me voy a otro sitio con mi empresa.

- Intervencionismo coyuntural.

El Estado regula el mercado camuflado de coyunturas sociales, o macroeconómicas. Por ejemplo, interviniendo los flujos migratorios, o las relaciones bilaterales con otros países.

¿Qué ha sucedido en España para que hayamos pasado de la Champions League, a especular con la quiebra técnica en menos de un año?

a) Aumento súbito de la demanda: intervencionismo coyuntural.

Entre 1998 y 2007 pasamos de 637.085 inmigrantes a 4.482.568. A través de los medios de comunicación de masas, se hizo creer malintencionadamente a este país profundamente inmaduro, pero vocifero, que esto era una cuestión de humanismo, de lo modernos que somos en España. Cómo nos beneficiaría. Cómo sanearía nuestra seguridad social y nos traería la prosperidad. Ver para creer. Las grandes empresas y los bancos bombardeando en televisión anuncios preciosos de integración de inmigrantes. Pero que buenas personas son los banqueros y los ejecutivos de las grandes empresas de este pais! Qué amor sienten por las personas menos favorecidas! Sinverguenzas.

La realidad, tozuda, terca como ella sola, es que les hemos traído como elemento necesario para perpetrar la estafa inmobiliaria. Aumento súbito de la demanda, encarecimiento súbito por ende de la vivienda. Y de paso, mantenemos los salarios de los españoles por los suelos ante el aumento de la competencia en el trabajo. Lo curioso, es que Aznar, con los datos en la mano, trajo tantos o mas inmigrantes que el PSOE. Para que sigan ustedes creyendo en la propaganda ideológica.

b) Desgravaciones, moneda nueva y bajada de los tipos de interés. Consuman!!

Una bonita moneda nueva que permita una buena estafa que perjudique a la gente de menor poder adquisitivo y fomente las estafas y el encarecimiento de la vida. Redondeo no, fue una auténtica estafa y caradura. Así que me alegro de que sinvergüenzas como los hosteleros de este país se vayan a la mierda y no puedan ni sacar 2 euros por el local.



Por otro lado, las desgravaciones fiscales por compra y ninguna ayuda por alquiler, que hicieron que España tenga junto con Irlanda, la tasa más alta de vivienda en propiedad de toda Europa con tasas del 80-85%.

c) Intervenir la justicia. Aniquilar la separación de poderes.

Vivir en una república bananera y que el pueblo llame democracia a lo que no lo es. No aplicar la justicia a los ricos. Que mentir sea gratis, para políticos y grandes empresarios. Las leyes solo son para alejar a los pobres de los ricos. Telefónica puede acumular cientos de miles de denuncias ante consumo, que en el cortijo del tío Paco, los terratenientes son intocables. Monarquía bananera tercermundista.

Artículo 284 del código penal.

Art 284 [Alteración de precios]

Se impondrá la pena de prisión de seis meses a dos años o multa de 12 a 24 meses, a los que, difundiendo noticias falsas, empleando violencia, amenaza o engaño, o utilizando información privilegiada, intentaren alterar los precios que habrían de resultar de la libre concurrencia de productos, mercancías, títulos, valores, servicios o cualesquiera otras cosas muebles o inmuebles que sean objeto de contratación, sin perjuicio de la pena que pudiera corresponderles por otros delitos cometidos.


Miren lo que decía la asociación de promotores, con Chicote al frente.

Cita:
los 1,6 millones de viviendas "que se han terminado en los últimos años en España están prácticamente todas vendidas". De esta forma, salen al paso de las voces que indican la existencia en España de un millón de viviendas acabadas sin vender.
Cita:
Concretamente, desde APCE se hace hincapié en que los compradores pueden estar tranquilos, ya que los precios de la vivienda no descenderán y, por tanto, los activos mantendrán sus perspectivas de revalorización. De esta forma, salen al paso de recientes informes que ya constatan caídas en los precios en capitales como Madrid, Barcelona o Valencia, especialmente, en el segmento de segunda mano.

"El comprador no debe tener miedo, el precio de la vivienda no va a bajar, de hecho hemos de recordar que incluso en situaciones de grave crisis económica como la de principios de los noventa, cuando el crecimiento demográfico era prácticamente nulo, cuando se destruía empleo, la tasa de paro superó el 20%, y cuando los tipos de interés estaban por encima de los dos dígitos, los precios no bajaron", según argumenta el presidente de APCE. Así, ponen de manifiesto el impacto que tienen "el mito de la burbuja inmobiliaria, los casos de corrupción y todas estas noticias catastrofistas"
Los promotores aseguran que las viviendas construidas en los tres últimos años ya están vendidas

¿Y qué ha dicho el gobierno, con Zapatero y Solbes a la cabeza? ¿No es eso, con información privilegiada, intentar alterar los precios que deberían de resultar de la libre concurrencia de productos muebles o inmuebles? ¿No es eso mentir? ¿No son los rescates bancarios alterar el precio del libre mercado?

Y todavía hay gente que habla de democracia, de separación de poderes, de libertad de mercado… y de justicia.

2) El cortijo de 4 sinverguenzas. El régimen neofeudalista español:

En la Edad Media, los señores, la nobleza, los terratenientes, no pagaban impuestos. En el siglo XXI, en la democracia española, la ingeniería contable permite que la estafa medieval continúe.

Tenemos el 66% del efectivo en circulacion en España en billetes de 500. Billetes de 500 como el que lleva monedas de 5 duros oiga. Casi el 27% de todos los billetes de Europa. 209.680 millones de euros, según los datos publicados por el Banco de España y el Banco Central Europeo.

Los billetes de 500 euros, es decir, dinero negro, pero no de un pobre trabajador que le hayan contratado asi porque no tiene otra cosa, sino dinero que hijos de la grandisima puta que se han forrado estafando a las clases menos favorecidas (jóvenes e inmigrantes), no han tenido ni la mas mínima decencia en declarar para pagar la sanidad o la educación. Por supuesto, protegidos por políticos hijos de puta que han permitido, y aun mas, alentado y respaldado este fraude.

3) La quiebra del "Estado del Bienestar"

Los medios de comunicación de masas, nos han lavado el cerebro con el mantra del “Estado del bienestar”. Veamos si los datos justifican que realmente estos últimos años de "prosperidad" han sido tales.

Esfuerzo de las familias:

En diez años, el endeudamiento de las familias se triplicó. Todos sabemos que a menudo, nuestros padres o abuelos vivían con un solo sueldo. Con lo mínimo, pero vivían. Casa, tele y coche. Ahora a menudo no tienes casa, tele y coche ni con 2 sueldos y 4 carreras universitarias, 2 master y 4 idiomas.

En 1986 el endeudamiento suponía un 34% de la renta disponible, en 1997 estaba en el 52%, cuando el mejor presidente de la historia de la democracia lo dejó en el 105% en 2005. Claro, había liquidez por un tubo, porque nos han hipotecado a los que venimos detrás por el resto de nuestras vidas. A eso lo han llamado “prosperidad”.




La deuda de particulares alcanzaba los 832.289 millones de euros a finales de 2006. Asi que la deuda sólo de las familias equivale ya a todo el PIB. Y eso sin contar la deuda de las empresas con los bancos, y de los bancos españoles con las instituciones financieras europeas.

Así que, ya a estas alturas empezamos a hablar de la jornada laboral de 65 horas y de trabajar hasta los 75 años. Y yo solo puedo seguir cagándome en la puta madre de los demócratas estos de pacotilla, de los psoes y los pps de los cojones.

“Se vive mejor”:

Una frase recurrente de la gente de cierta edad. Lo curioso, es que esa percepción de que se vive mejor, no lo achacan a la tecnología. Es tal el lavado de cerebro de los grandes medios de comunicación de masas, que los avances médicos y de ingenieria y tecnología que redundan en nuestra comodidad, lo achacan a las bondades políticas de la democracia. Con 2 cojones.

Quiebra de la seguridad social:

Atended, además del magnífico cálculo metodológico de Juancarlosb, la coyuntura poblacional: el paro, la caída de las cotizaciones a la seguridad social, la pirámide de población y el envejecimiento progresivo. Resultado: la quiebra absoluta de la seguridad social.

Ingeniería contable:


Creación con el apoyo del principal partido de la oposición de una nueva ingeniería contable:

-Sacar la vivienda del IPC. Es alarmantemente inflacionista (y súbitamente deflacionista) y la gente no debe tenerlo en cuenta.

-Sacar a todo bicho viviente de las estadísticas del paro. Los ERES de menos de 120 dias no computan como parados. Los parados (700.000) que cobran paro pero que hagan cursillos del Inem no contarán como parados. Así convencemos a 20 millones de votantes de que hay menos paro que hace 10 años, aunque en realidad sea mentira.

-mas maquillaje todavia: Trabajo deja de publicar la tasa de cobertura del paro en plena escalada del desempleo


La mentira de los salarios en España:

España: sueldo medio de unos 2300 euros brutos al mes en España (27902 euros anuales). Cómo? Que usted no cobra eso? No puede ser… si lo dicen los periodicos y los telediarios! A ver, veamos la diferencia entre el sueldo medio, el mediano y el más frecuente:

En una ciudad viven 100 personas. 49 trabajan por 40 euros, 1 por 60 euros, 48 trabajan por 70 euros y alli vive tambien Florentino perez que gana trillones.

Salario medio = 950.000 euros.

Salario mediano = 60 euros.

Salario más frecuente = 40 euros.

A pesar de ser una población fuertemente cohesionada, donde los salarios solo varían apenas un 60% para el 99% de la población, el salario medio dista mucho de la realidad social para el 99% de la población.

Ahora comprenderán por que los medios de comunicación hablan siempre de salario medio y jamás del más frecuente o del mediano en un país donde los ricos se han hecho infinitamente mas ricos, y los pobres y la clase media, más pobres, esclavos del crédito y de las deudas

Delincuencia, justicia y colapso.

Segun los datos del ine, en solo 15 años, entre 1990 y 2006, la población reclusa se ha doblado, pasando de 33.058 a 64021. Resultado, la justicia colapsada, con metodología de la edad de piedra, la delincuencia disparada y las cárceles a rebosar, doblándose el coste que se calcula entre 12.000 y 18.000 euros por preso al año.

Educación:


Somos la champions league del fracaso escolar. De sistemas educativos infames. De no tener ninguna universidad española entre las mejores 200 del mundo. De no invertir un duro en educación. En las estupideces de juezos y juezas. En pasar con 4 suspensos. En que todo el mundo es igual, se esfuerce o no. Enhorabuena. Lo habéis conseguido. Los más brutos de Europa.

Investigadores por 1000 trabajadores, la champions league.



Informe OCDE, España a la cola de todo: comprensión lectora, ciencias... Y no se preocupen, que ya tuvo que salir Zapatero a echarle la culpa a Franco. No es que seamos los que menos invertimos en educación de toda Europa. No. La culpa es de Franco. Por eso en 2006 estamos peor que en 2003 y vamos cuesta abajo. Por Franco. Ya lo saben.

Sanidad:

Colapso es poco. Listas de espera es poco. La gran sanidad española -cualquiera que trabaje allí lo sabe bien- ha ido deteriorándose año tras año. En Europa ya nos colocan en el puesto 18 de 31. Gracias a todos. Esperanzas y Chaves de los cojones. Aznares del G8 y Zapateros de la champions league.

lunes, 20 de abril de 2009

Como se perpetró la estafa. Un análisis social y económico. 2ª Parte

Excepcional exposición del forero Alfons1 en Burbuja.info.

Enlace.

(segunda parte)

4) No penséis, no investiguéis, no os esforcéis que tengo un pelotazo para vosotros.

Ése ha sido el mensaje envenenado de los asnos que han gobernado durante los últimos 10 o 15 años al tejido empresarial. Un mensaje para pulverizar nuestra industria. Para arrasarla y que no quede nada.

Para qué invertir en financiar el talento y potenciar la investigación universitaria. Para qué invertir en investigación médica, en energías renovables o en farmacología… si comprando 4 casas vacías en negro le sacas unas plusvalias del 20% anuales? Invierta 1 millon de euros en este edificio que ya le traigo yo 40 ecuatorianos incautos a los que meterles el pufo. Pero nos da igual, somos tan gilipollas que nos hemos cavado nuestra propia tumba. Somos el pais 140 en facilidades para abrir una empresa segun el banco mundial. Somos la champions league del tercermundismo.



a) Economía productiva vs economía especulativa.

En un entorno de economía productiva podemos ganar todos. Tú produces pan, yo tomates, así los dos podemos comer pan y tomates. En economía especulativa, si yo gano, porque tengo poder por la escasez del bien, o por intervencionismo del mercado (ya sea por el Estado, o por una posición privilegiada de la empresa) tú pierdes. Es así siempre. Pero cuando es sangrante es cuando gobiernos y empresas se ponen de acuerdo para estafar a los ciudadanos con un bien esencial.

Hemos asistido a la mas degradante redistribución de la riqueza nacional, donde el Cayenne negro del promotor inmobiliario lo paga el Boliviano, o el joven desgraciado 800 eurista que acumula sus titulos de física en la pared mientras trabaja de reponedor 40 años para pagarse un zulo de 40m2 en el culo de Castilla la Mancha.

Los americanos al menos viven en casas, no en zulos de 40 metros, y si la cagan, entregan las llaves al banco y a otro sitio a buscar trabajo y a vivir de alquiler. Pero este puto país de chorizos y sinverguenzas de traje y corbata, esa mafia de usureros tienen barra libre para embargar tu nómina, vender tu piso, el de tus avalistas y dejar a todo el mundo que se le cruce por el medio en la puta calle.

Y encima de cornudo, apaleao, en mi país, España, socialista, progresista y de “izquierdas” según dicen mis compatriotas, nosotros tenemos que pagarles sus deudas que se han jugado al póker en sus estafas continuadas.

Democracia lo llaman.

b) El pelotazo de la vivienda y viviendas vacías en España.

En 2005 el gobierno reconocía 3.3 millones de viviendas vacías. Así que sobrepasaremos los 5 en los tiempos que corren con toda tranquilidad, si quitamos el maquillaje y tenemos en cuenta los años 2005, 2006, 2007, 2008 y 2009. Se han jugado al póker todo nuestro dinero y a una sola carta. Lo podían haber invertido en producir o investigar. O al menos diversificar. Pero no, en la España de la vivienda, el turismo, y ensamblar automóviles... se acabó. Game over. La cagamos.






5) La maquinaria propagandística:

-Los medios de comunicación de masas deber repetir incesantemente las siguientes frases:

-Estado del bienestar
-Democracia
-Integración si eres del PSOE.
-Libertad si eres del PP.
-Juntos.
-Entre todos.

-Todo pensamiento contrario a la estafa social, o al estado del bienestar debe ser tachada preferentemente de:

-Alarmista
-Xenófobo
-Homófobo
-Machista
-Fascista
-Racista.

-No se debe hablar nunca en los medios de comunicación sobre el número de presos en las cárceles, y mucho menos de su nacionalidad. Aplicar los tags: racista, xenófobo y alarmista.

6) La banca siempre gana. Bienvenidos a la mayor estafa contra el pueblo de la historia.


La banca siempre gana. Sobre todo desde que nosotros pagamos sus deudas y ellos siguen teniendo beneficio!!! Tienen mas beneficio en febrero de 2009 que en el mismo periodo de 2008. Como es eso posible?? Ingenieria financiera y un gobierno de "izquierda" hamijos.

No sólo esta estafa termina con cualquier atisbo de todo en lo que se basaban para legislar y rebuznar su palabrería barata: que si la democracia, que si la libertad de mercado, que si la no intervencion de las políticas de vivienda, bla bla bla.

Deuda inmobiliaria con la banca = 470.000 millones de euros. Es decir, la mitad del PIB sólo de deuda inmobiliaria. Sumen la deuda de las familias y de las empresas y comprendan por que nos vamos a tomar por culo. Y como ya sabrán, cuota hipotecaria recuperada por un banco, cuota transferida inmediatamente fuera de españa, porque nuestros bancos tienen una deuda ingente fuera.

En los últimos 17 años, los préstamos concedidos por la banca a los promotores se ha multiplicado por 31, al pasar de 10.199 millones en 1992 a los 318.032 en 2008 según la estadística histórica del Banco de España.

Si se suman los préstamos al sector constructor (151.911 millones), la deuda del sector del ladrillo en su conjunto se eleva a a 469.943 millones

Un 9% de morosidad supondrán un gasto del 6% del PIB para los próximos presupuestos.

Además, debemos al mercado de Frankfurt la financiación de nuestra burbuja especulativa de vivienda, y la deuda está cifrada en 365.000 millones a los que habría que añadir sus correspondientes intereses.

En palabras de Vergés:

"No voy a entrar en el tema de por qué esto es así en España y no en los demás países. Digamos simplemente que tanto el mercado de suelo como el de edificación en Europa, Estados Unidos o Canadá, son de autopromoción o micropromoción, lo cual refrena a la vez el acaparamiento de suelo, el recurso a mercados monetarios expendedores de billetes de la máquina , la formación de oligopolios, el control de la información y… la plétora impositiva (!). Terminemos esta introducción diciendo que nuestro peculiar modo de producción, iniciado allá por mediados de los 80 y saludado desde entonces como un nuevo modelo de desarrollo tanto dentro como fuera de España, ha producido unos resultados desastrosos. Por ejemplo. La vivienda que sale por 100.000 € acaba costando al usuario más de 400.000. Y la vorágine de la burbuja nos ha hecho pasar de 300.000 viviendas año a 600.000 a la llegada del euro y luego a 800.000 (900.000 con el CTE…). Las cuotas hipotecarias generadas en doce años alcanzan los 2,75 billones de euros de los que hemos tan sólo devuelto 0,88 (los situados por debajo de la línea negra) y quedan por devolver 1,87 billones intereses incluidos, que serán más porque ya la morosidad aumenta y que el recurso a la refinanciación se agota"

7) Nuestra alegria de vivir.



Nuestra estupidez profunda. En Grecia cobran mas, tienen menos paro y ya han montado el pollo, en Francia ni que decir tiene, y aquí... en mi país, de bobos, analfabetos… Disfrutando de que nos estafen mas que a nadie. Enhorabuena a todos, estúpidos conformistas. País de gilipollas.

El FMI después del G-20 - Revista Sin Permiso

El FMI después del G-20: ¿se plantarán los deudores?

Michael Hudson · · · · · 12/04/09


"Desde el punto de vista ventajista del acreedor, que sabe que la Gran Burbuja Neoliberal se acabó, el truco consiste en prevenir que los países deudores actúen para resolver su colapso de un modo beneficioso para sus propias economías. El objetivo es hacerse con todo lo posible, y dejar que el FMI y los bancos centrales rescaten a los bancos ponzoñosos que han inundado a esos países con deuda tóxica. Coge lo que puedas, mientras sea bueno. Y exige que los deudores hagan lo que hicieron los latinoamericanos y otros países del Tercer Mundo a partir de los 80: que pongan en almoneda su sector público y sus empresas públicas a precios reventados."
No se esperaban muchas noticias de substancia de las reuniones del G-20 que terminaron el pasado 2 de abril en Londres. Ni siquiera se había sugerido la posibilidad de buenas noticias. Europa, China y los EEUU tenían intereses hondamente encontrados. Los diplomáticos norteamericanos pretendían arrastrar a los demás países hacia una situación de mayor dependencia respecto del dólar-papel. El resto del mundo buscaba una vía para evitar dar más producto real y más propiedad de recursos y empresas a trueque de unos dólares convertidos en patata caliente. En casos así, lo que hay que esperar es un desfile de rostros sonrientes y declaraciones de respeto mutuo por la posición ajena. Y hubo tanto respeto, que lo que acordaron fue la creación de uno o dos "grupos de estudios", sin otro fin que el de despejar diplomáticamente balones fuera.
Las noticias menos irrelevantes no fueron en absoluto buenas: los asistentes acordaron cuadriplicar la dotación del FMI, llegando al billón de dólares. Cualquier cosa que venga a robustecer la autoridad del FMI no puede ser buena para los países que se verán forzados a someterse a sus planes de austeridad. Porque el destino previsto para esos países será el de su estrujamiento, a fin de sacar más dinero para pagar a los acreedores más predatorios del mundo. Así que, en la práctica, este acuerdo del G-20 significa que los gobiernos que llevan la batuta en el mundo están respondiendo a la actual crisis financiera con el propósito manifiesto de "encoger" a los deudores. Para empezar: un 10% de recortes salariales en la desdichada Letonia; Hungría, obligada a la cartilla de racionamiento; e Islandia, sometida a una permanente servidumbre por deudas. Todo un contraste con los EEUU, que están respondiendo a la caída con un gigantesco programa keynesiano de gasto con déficit, a pesar de su deuda, manifiestamente impagable, de 4 billones de dólares a los bancos centrales extranjeros.
Las economías postsoviéticas
De modo que el doble rasero del sistema financiero internacional sigue vivito y coleando, o al menos, dando coletazos a los países o en caída o sucumbidos. Los países deudores tienen que tomar prestado un billón del FMI, no para reflotar sus desmayadas economías, no para perseguir políticas anticíclicas capaces de restaurar la demanda –eso sólo vale para las naciones acreedoras—, sino para que, con la "ayuda" del FMI, pasen dineros a los ponzoñosos bancos que hicieron en su día los irresponsables préstamos tóxicos. (Si tóxicos son, ¿quién puso la toxina? Decir que no se trató sino del "funcionamiento "natural" de los mercados, monta tanto como decir que los mercados libres están hechos trizas y enfermos. ¿Es eso lo que pasa?)
En el Parlamento ucraniano se llegó a las manos, cuando el Partido de las Regiones bloqueó un acuerdo con el FMI para recortar el presupuesto público. ¡Y a fe que hicieron bien! La filosofía operativa del FMI consiste en la destructiva (en realidad, tóxica) creencia de que imponer una depresión más profunda, con mayor desempleo, lo que obrará será la reducción de los niveles salariales y de los niveles de vida de un modo lo suficientemente drástico como para que se puedan pagar unas deudas que resultan ya insostenibles gracias a la "evitación" fiscal y a la fuga de capitales practicadas por la cleptocracia. El rescate del FMI por valor de un billón de dólares es, en realidad, un rescate para esos grandes bancos internacionales; para que puedan coger su dinero y correr. Pero todas las culpas se cargan sobre el mundo del trabajo: el espíritu neomalthusiano del actual neoliberalismo.
Los mayores beneficiarios de los préstamos del FMI a Letonia, por ejemplo, han sido los bancos suecos que en la pasada década se dedicaron a financiar la burbuja inmobiliaria del país, sin mover un dedo para ayudar a desarrollar su potencial industrial. Letonia ha pagado sus importaciones exportando el trecho de edad más apto de su fuerza de trabajo masculina, actuando como vehículo de la fuga de capitales en Rusia y tomando en préstamo, para pagar hipotecas, dinero denominado en divisa extranjera. Para pagar esas deudas y no ir a la quiebra, Letonia tendrá que rebajar los salarios en el sector público un 10%, y eso en una economía ya en plena depresión y cuyo gobierno espera para este año un ulterior encogimiento del 12%.
Para salvar a los bancos de pérdidas en sus negocios hipotecarios tóxicos, lo que hace el FMI es rescatar a esos bancos y obligar al gobierno letón a exprimir superlativamente al mundo del trabajo, así como a cobrar por la educación, en vez de proporcionarla gratuitamente. La idea es que las familias no sólo queden endeudadas de por vida para poder seguir viviendo bajo techo, sino también para conseguir educación. Las tasas de alcoholismo se disparan, como lo hicieron en la Rusia de Yeltsin en circunstancias similares, durante la era cleptocrática de los "Harvard Boys", luego de 1996.
El problema de insolvencia de las economías postsoviéticas no es atribuible exclusivamente al FMI, desde luego. La Comunidad Europea trae buena parte de responsabilidad en el asunto. Lejos de ver a las economías postsoviéticas como pupilos que tenían que ir acoplándose a los niveles de la Europa occidental, lo último que deseaba la UE era el desarrollo de potenciales rivales. Deseaba consumidores: no sólo para sus exportaciones, sino, sobre todo, para sus préstamos. Los Estados bálticos pasaron a la esfera escandinava, mientras que los bancos austriacos se labraron esferas de influencia en Hungría (perdiendo, dicho sea de paso, hasta los calzoncillos en sus préstamos hipotecarios, como les sucediera a los Habsburgo y a los Rothschild en tiempos pretéritos). Islandia fue neoliberalizada, y por mucho, merced a tratos truhanescos organizados por bancos alemanes y tahúres financieros británicos.
Islandia, "república bacaladera"
En efecto, diríase que Islandia –que es en donde me hallo en el momento de escribir estas líneas— es una suerte de (cruelísimo) experimento controlado, llevado a cabo para comprobar hasta qué punto puede ser "financiarizada" una economía y cuánto tiempo puede una población someterse voluntariamente a un comportamiento financiero predatorio. Si el ataque hubiera sido militar, habría suscitado una respuesta más alerta. El truco consiste en mantener a la población en la ignorancia de la dinámica financiera operante y del subyacente carácter
fraudulento de las deudas con que ha sido cabalgada (con la ayuda de su propia oligarquía local).
En el mundo de hoy, la forma más fácil de obtener riqueza por la anticuada vía de la "acumulación primitiva" es la manipulación financiera. Y esa es la esencia del Consenso de Washington a la que ha venido a dar apoyo el G-20 sirviéndose del FMI en su habitual papel de capataz. La declaración del G-20 sigue la senda trazada hace seis meses por los rescates bancarios del Tesoro y de la Reserva Federal estadounidenses. Que, en suma, consiste en lo siguiente: resolver la crisis de la deuda con más deuda todavía. Si los deudores no pueden pagar con lo que son capaces de ingresar, préstales lo suficiente para que se mantengan al día en los vencimientos; y colateraliza eso con sus propiedades, su sector público, su autonomía política, incluso con su democracia. El objetivo es mantener al día el gasto de deuda. Y eso sólo puede hacerse haciendo que el volumen de deuda crezca exponencialmente, a medida que crece el interés que se añade al préstamo. Es la "magia del interés compuesto". Es lo que hace que economías enteras se conviertan en gigantescos esquemas Ponzi (o esquemas Madoff, como se les llama ahora).
Eso es "equilibrio", al estilo neoliberal. Además de pagar una tasa básica de interés exorbitantemente alta, los propietarios de vivienda tienen que pagar un 18% especial de cargos de indexación sobre sus deudas para acompasarse a la tasa de inflación (el índice de precios al consumo), de modo que los acreedores no pierdan poder de compra sobre los bienes de consumo. Los salarios de los trabajadores no están indexados, de manera que la morosidad y las quiebras técnicas no dejan de crecer, y el país entra en quiebra, lo que causa la mayor tasa de desempleo desde la Gran Depresión. El FMI da su visto bueno, declarando que no halla razón alguna para que los propietarios de vivienda no puedan honrar sus deudas.
Entretanto, la democracia está siendo asaltada por una oligarquía financiera, cuyos intereses se han hecho cada vez más cosmopolitas y que, por lo mismo, contempla la economía como puro objeto de saqueo predador. Se ha acuñado un nuevo término para lo que en el Sur se conoce como "república bananera": "república bacaladera". No pocos milmillonarios islandeses hacen ahora como sus colegas rusos, y se van a vivir a Londres; y los gánsteres rusos, a la recíproca, se van de visita a Islandia en invierno, manifiestamente para disfrutar del calor de su Lago Azul volcánico. O al menos eso es lo que dice la prensa.
"Haz lo que yo digo y no lo que yo hago": el trato a los países deudores
La alternativa que se deja a los países deudores es experimentar el mismo tipo de sanciones económicas que Irán, Cuba y el Irak anterior a la invasión. Tal vez haya pronto suficientes economías en esa situación como para que logren instituir un área de comercio común ente ellas, posiblemente junto a Venezuela, Colombia y Brasil. Pero, en lo que al G-20 concierne, la ayuda a Islandia y "hacer lo correcto" no son sino una pieza de negociación en el juego diplomático internacional. Rusia ofreció 400 mil millones de dólares para ayudar a Islandia, pero se echó atrás (presumiblemente, cuando Gran Bretaña le ofreció un buen pico a cambio).
El billón de dólares del FMI no servirá para ayudar a las economías postsoviéticas y a los países también deudores del Tercer Mundo a pagar su deuda externa, particularmente las hipotecas inmobiliarias denominadas en divisa extranjera. Esa práctica ha violado la Primera Ley de la prudencia fiscal nacional: sólo está permitido contraer deudas en la misma divisa en que se esperan los ingresos para satisfacerlas. Si lo que realmente buscaban los banqueros centrales era proteger la estabilidad de la divisa, tendrían que haber insistido en esa regla. Pero lo que hicieron fue actuar como escudos de los bancos internacionales, y tan deslealmente con el bienestar económico de sus países como sus expatriados oligarcas.
Si vas a recomendar más raciones de este consenso, la única manera de venderlas es hacer lo que hizo el Primer Ministro británico Gordon Brown en las reuniones: declarar que "el Consenso de Washington está muerto". (Podría haber salvado los fenómenos, si hubiera dicho "agonizante", pero se sirvió del adjetivo y no del adverbio.) Sin embargo, el rescate del FMI por parte del G-20 desmiente tal aserto. Cuando Turquía canceló el año pasado la deuda de su préstamo, el FMI se enfrentaba a un mundo sin clientes. Nadie quería someterse a sus
destructivos "condicionamientos" y a sus políticas hostiles al mundo del trabajo, concebidas para encoger el mercado interior en el falso supuesto de que eso "libera" más producto para la exportación, consumiéndose menos en el mercado nacional. En realidad, el efecto de la austeridad es la desincentivación de la inversión interior, lo que trae consigo desempleo. Las economías sometidas al "Consenso de Washington" del FMI se hacen cada vez más dependientes de sus acreedores y proveedores extranjeros.
Ni los EEUU ni la Gran Bretaña se han plegado jamás a tamañas condiciones. Por eso los EEUU nunca han permitido al equipo de asesores del FMI que pusieran negro sobre blanco prescripción alguna para la "estabilidad" de los EEUU. El Consenso de Washington es sólo para la exportación. ("Haz lo que yo digo y no lo que yo hago".) El programa de estímulos del señor Obama es keynesiano, no es un plan de austeridad, a pesar de que los EEUU son el mayor país deudor del mundo.
Por qué es insostenible la situación
He aquí por qué es insostenible la situación. Lo que permitió a los bálticos y a otros países postsoviéticos cubrir los costes que para su comercio exterior tenían su dependencia comercial y la fuga de capitales que experimentaban fue su burbuja inmobiliaria. La idea neoliberal de lo que es un "equilibrio" financiero pasa por limitarse a observar trechos de corto recorrido de las "fuerzas del mercado", demoler cualquier potencial industrial existente, incrementar la emigración y la enfermedad y levantar una gigantesca deuda externa sin preocuparse mayormente de las formas de ingresar el dinero suficiente para satisfacerla. Esa burbuja del crédito inmobiliario fue extractiva y parasitaria, no productiva. Sin embargo, el Banco Mundial aplaude a los países bálticos como experiencias exitosas, situándolos en lo alto de la jerarquía de las naciones en las que se hacen "negocios fácilmente".
Basta un hecho práctico para que se derrumbe como un castillo de naipes toda esta teoría económica en la que se fundan el FMI y el G-20: las deudas no pueden ser satisfechas, y no serán satisfechas. Adam Smith observó en La riqueza de las naciones que jamás en la historia gobierno alguno había satisfecho su deuda nacional. Lo mismo puede decirse hoy del sector público. Y eso plantea el problema siguiente: ¿qué harán esos países deudores que no pagarán sus deudas exteriores e interiores?
Los acreedores saben de sobra que esas deudas no pueden satisfacerse. (Digo esto con toda la experiencia de quien ha sido analista de las balanzas de pagos del Tercer Mundo durante cerca de cincuenta años, primero en el banco Chase Manhattan en los 60, luego, en los 70, en el United Nations Institute for Training and Research [UNITAR], y luego, en los 90, en Scudder Stevens & Clark, desde donde lancé el primer fondo de deuda soberana para el Tercer Mundo.) Desde el punto de vista ventajista del acreedor, que sabe que la Gran Burbuja Neoliberal se acabó, el truco consiste en prevenir que los países deudores actúen para resolver su colapso de un modo beneficioso para sus propias economías. El objetivo es hacerse con todo lo posible, y dejar que el FMI y los bancos centrales rescaten a los bancos ponzoñosos que han inundado a esos países con deuda tóxica. Coge lo que puedas, mientras sea bueno. Y exige que los deudores hagan lo que hicieron los latinoamericanos y otros países del Tercer Mundo a partir de los 80: que pongan en almoneda su sector público y sus empresas públicas a precios reventados. De ese modo, los bancos internacionales no sólo cobrarán, sino que, encima, harán nuevos negocios prestando a los compradores de los activos en vías de privatización (¡y en los habituales términos de deuda altamente apalancada!).
La táctica preferida para prevenir que los países deudores actúen conforme al propio interés es apelar a la vieja moralidad: "Una deuda es una deuda, y debe satisfacerse". Eso es lo que dijo Herbert Hoover a propósito de las deudas interaliadas contraídas por Gran Bretaña, Francia y otros aliados de los EEUU en la I Guerra Mundial. Esas deudas llevaron a la Gran Depresión. "¿Les prestamos el dinero, no?", dijo bruscamente.
Examinemos más de cerca el argumento moral. Viviendo yo en Nueva York, me parece un modelo excelente el proporcionado por la ley estatal del traspaso fraudulento (Law of Fraudulent Conveyance). Aprobada cuando el estado era todavía parte de la colonia, se aprobó
en respuesta a los especuladores británicos que hacían préstamos a granjeros aldeanos, exigiéndoles la satisfacción de la deuda justo antes de la cosecha, cuando los deudores no podían pagar. Los tahúres procedían, entonces, a ejecuciones hipotecarias, haciéndose de barato con las tierras. La ley neoyorquina del traspaso fraudulento respondió a eso fijando el principio legal de que si un acreedor realiza un préstamo sin una idea cabal, clara y razonable, del modo en que el deudor puede satisfacer la deuda en el curso normal de sus negocios, entonces el préstamo se considera predatorio y, por lo mismo, írrito y nulo de pleno derecho.
Lo mismo que a las economías postsoviéticas, a Islandia se le vendió una carta de bienes neoliberales: una teoría económica basura de autodestrucción asegurada. ¿Cuánta responsabilidad moral debería recaer –y acaso más importante, cuánta responsabilidad jurídica— sobre el FMI y el Banco Mundial, el Tesoro estadounidense y el Banco de Inglaterra, cuyas economías y bancos se beneficiaron de la teoría económica tóxica del Consenso de Washington?
Para mí, el principio moral es que ningún país debe estar sometido a servidumbre por deudas. Esa servidumbre es el antónimo de la autodeterminación democrática: de la filosofía moral de la Ilustración, de acuerdo con la cual las políticas económicas tenían que estimular el crecimiento, no el encogimiento económico; tenían que promover una mayor igualdad económica, no la polarización entre acreedores ricos y deudores pauperizados.
Lo que está en cuestión es qué es de verdad un "Mercado libre". Se supone que es un mercado en el que se puede elegir. Pero lo cierto es que los países pierden poder discrecional de elegir su futuro económico. Se excedente económico se ofrece como prenda colateral en tributo financiero. Sin necesidad de los costes que acompañan a una ocupación militar, se les obliga a renunciar a la toma de decisiones políticas por parte de representantes elegidos democráticamente a favor de gestores financieros burocráticos, a menudo extranjeros: los nuevos Planificadores Centrales en el mundo neoliberal de nuestros días. Lo mejor que pueden hacer, sabiendo que el juego terminó, es esperar a que la otra parte no se percate, y hacer lo posible para confundir a los países deudores mientras se saca de ellos todo lo que se puede y tan rápidamente como se puede.
¿Funcionará el truco?
Tal vez no. Mientras se desarrollaban las reuniones del G-20, Korea se plantaba, negándose en redondo a ser víctima de los contratos de derivados basura vendidos por bancos extranjeros. Corea sostiene que los banqueros tienen una responsabilidad fiduciaria con sus clientes para recomendarles préstamos que les ayuden, no que les expolien. Hay un entendimiento tácito –que el sector financiero el sector financiero trata de socavar con millones de dólares gastados en publicidad— de que la banca es una utilidad pública. Se supone que contribuye al crecimiento –al crecimiento industrial y agrícola y a la autosuficiencia—, que no es predatoria, expoliadora y, por lo mismo, antisocial. Así pues, las víctimas coreanas han comenzado a pleitear judicialmente con los bancos. Según informaba el comentarista Floyd Norris en el New York Times la semana pasada, la situación jurídica no pinta bien para los bancos internacionales. Los tribunales nacionales siempre tienen ventaja, y todas las naciones son soberanas y capaces de aprobar las leyes que les plazcan. (Y como el caso de los EEUU ilustra hasta la saciedad, tampoco es necesario que los jueces carezcan de sesgos.)
Las economías postsoviéticas, así como las latinoamericanas, tendrían que seguir atentamente la vía que Corea está abriendo en los tribunales internacionales. La pesadilla de los banqueros internacionales es que esos países puedan emprender el equivalente a acciones judiciales populares en contra la coerción diplomática internacional ejercida contra ellos para arrastrarlos al suicidio financiero y económico. "El Tribunal del Distrito Central de Seúl justificó su decisión [de admitir a trámite la querella] fundándose en el tipo de lógica que se aplicaría en los EEUU en una querella presentada por un inversor individual inexperto contra un intermediario financiero manipulador. El tribunal planteó la cuestión de si el contrato era una inversión factible para la compañía y la de si los riesgos estaban claramente explicados. El fallo del tribunal hizo también referencia al concepto legal de "cambio de circunstancias", concluyendo que las partes
esperaban la estabilidad del tipo de cambio, que el cambio de circunstancias era imprevisible y que las pérdidas resultarían insoportables para la compañía".
Como segunda causa de acción judicial, Korea sostiene que los bancos proporcionaron al acreedor otras instituciones financieras con el objeto de apostar en contra de los propios contratos que los bancos vendían a Corea, a fin de "proteger" los intereses de esos acreedores. Así pues, los bancos sabían que lo que estaban vendiendo era una bomba de tiempo, y por lo mismo, parecen culpables de conflicto de intereses. Los bancos sostienen que se limitaban a vender bienes sin garantizar nada a "individuos informados". Pero las partes coreanas en cuestión no estaban más informadas que los deudores islandeses. Si un banco engaña y no proporciona explicaciones completas, a su víctima no puede calificársela como "informada". La palabra apropiada sería malinformada (o desinformada).
Hablando de desinformación, un asunto importante es el del alcance de la posible conspiración entre los grandes bancos internacionales y los banqueros y los ejecutivos nacionales para saquear sus empresas. Eso es lo que los expoliadores de empresas [corporate raiders] han venido haciendo para sus tenedores de obligaciones-basura desde la gran marea de Drexel Burnham y Michael Milken en los 80. Eso convertiría a los bancos en cómplices de un crimen. Se precisa una investigación de las pautas de préstamo seguidas por esos bancos, incluida su colaboración en la organización para sus clientes del lavado de dinero y la evasión fiscal en el extranjero. No es sorprendente que el FMI y los banqueros británicos exijan a Islandia que se apresure a hacerse a la idea y se comprometa a pagar unas deudas astronómicas, sin tiempo siquiera para preguntarse cómo podrán pagarlas (¡ni para investigar las pautas generales de préstamo de los bancos acreedores!).
Teniendo esto en mente, supongo que puedo darles buenas noticias a los políticos islandeses en lo que hace al destino de la deuda exterior e interior de su país: ninguna nación ha pagado jamás sus deudas. Como observé antes, eso significa que la cuestión real no es la de si serán o no pagadas, sino la de la forma de no pagarlas. ¿Cómo se desarrollará el juego en la esfera política, en la ideología popular y en los tribunales de justicia, nacionales e internacionales?
La cuestión es si Islandia consentirá que la quiebra vaya desgarrando poco a poco su economía, con sucesivas transferencias de propiedad de los deudores a los acreedores, de los ciudadanos islandeses a extranjeros, del dominio público y del poder fiscal nacional a la clase financiera internacional. ¿O acaso se percatará Islandia de adónde la lleva la matemática inherente a la deuda, y se plantará? ¿En qué momento dirá: "No pagamos. Esas deudas son inmorales, ineconómicas y antidemocráticas"? ¿Querrán seguir los islandeses la lucha de la Ilustración y de la Era Progresista de la democracia social, o se despeñarán por la alternativa, y recaerán en una servidumbre por deudas neofeudal?
Esa es la elección. Y es en buena medida una cuestión de tiempos. Lo ha comprendido muy bien el sector financiero: tiempo para transferir a manos de los banqueros e inversores tanta propiedad como sea posible. Tal es lo que el FMI recomienda hacer a los países deudores, salvo, huelga decirlo, a los EEUU, el mayor deudor de todos. Tal es la naturaleza ilegal de las actuales deudas pos-burbuja.


Michael Hudson es ex economista de Wall Street especializado en balanza de pagos y bienes inmobiliarios en el Chase Manhattan Bank (ahora JPMorgan Chase & Co.), Arthur Anderson y después en el Hudson Institute. En 1990 colaboró en el establecimiento del primer fondo soberano de deuda del mundo para Scudder Stevens & Clark. El Dr. Hudson fue asesor económico en jefe de Dennis Kucinich en la reciente campaña primaria presidencial demócrata y ha asesorado a los gobiernos de los EEUU, Canadá, México y Letonia, así como al Instituto de Naciones Unidas para la Formación y la Investigación. Distinguido profesor investigador en la Universidad de Missouri de la ciudad de Kansas, es autor de numerosos libros, entre ellos Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire.

Traducción parawww.sinpermiso.info: Ricardo Timón

Indicadores INE - MITYC - FEB-MAR 2009

Sin comentarios.


MITYC


























INE


viernes, 17 de abril de 2009

Santiago Niño Becerra 2009 1T

Primera complilación de artículos del economista Santiago Niño, primer trimestre de 2009.

Revisión de previsiones a peor.


Enlace a MediaFire.

miércoles, 15 de abril de 2009

Banco de España - Síntesis de indicadores - Abril 2009

Malos datos. Peores; llueve sobre mojado, pues muchos datos negativos lo son sobre unos ya bastante malos del año pasado.

Siguen el caída libre los indicadores de confianza, el consumo de los hogares, la cartera de pedidos industriales, etc. Y esto último ya sabemos lo que significa, más destrucción de empleo y la consiguiente caída del consumo.



La pretendida buena noticia de la caída de las importaciones puede no serlo tanto pues por otro lado nos está dando una idea de la contracción tan grande del consumo interno, indicador de la verdadera dimensión de la crisis en España y de las repercusiones que se manifestarán a lo largo del tiempo.



Continúa la sangría de la disminución de los ingresos por IVA e IRPF.



Enlace.

Una de las preguntas que podemos hacernos es hasta dónde podrá el Estado sostener esto. La disminución creciente de los ingresos, deterioro económico que está lejos de tocar fondo, destrucción de empleo, contracción del consumo interno, endeudamiento creciente del Estado vía subsidios, Plan E, Fondo de Adquisición de Activos Financieros, Avales, etc.

Aguantaremos un tiempo mientras las emisiones sigan siendo un valor refugio con unos intereses de colocación bajos, y mientras no se disparen los CDS. ¿Hasta cuándo?.

Por otro lado en las sucesivas emisiones de Deuda el Estado entra en competencia con las entidades financieras por captar un capital cada vez más exiguo. El Estado resta liquidez al sistema. Efecto no deseado y no sé hasta dónde calibrado de la política de inyectar liquidez al sistema vía apoyo a las entidades financieras; liquidez que se le resta al sistema a su vez.


La construcción sigue la senda hacia un "parón técnico" con lo que afectará a su vez al PIB, desempleo y resto de los sectores. Sumar lo que dejará de contribuir la construcción a los ingresos más los que generará sólo en desempleo directo da una idea de las dimensiones de la burbuja inmobiliaria española. Como dijo un ejecutivo extranjero en Davos "España es un enorme Hedge Fund inmobiliario".


De Expansión.com:

"Midiendo el alcance de la burbuja inmobiliaria"

por Eduardo Martínez Abascal

I y II y III y IV y V

"Según el INE, en 2007, la construcción aportó 187 mm al PIB, que sobre un PIB total de 1.050 mm, representa un 18%. Según Fomento, la obra pública está en torno a los 40 mm. Por tanto, la construcción de casas puede representar unos 140-150 mm, es decir un 14%-15% del PIB.

La mayoría de las casas iniciadas en 2007 (650.000) se seguían construyendo en 2008 y, por tanto, han seguido generando empleo y riqueza, que contribuyen a mantener el PIB. Por eso, en 2008 todavía no hemos sentido el peso total de la caída de la construcción. Pero en 2008 sólo se han iniciado 265.000 viviendas, que son las que se construirán durante 2009.

Esto supone una caída del 60%. De mantenerse esta caída en la construcción (lo cual es previsible), la aportación de la vivienda al PIB durante 2009 disminuirá un 60%, es decir pasará de 150 mm€a 60 mm, con una pérdida de 90 mm. Es decir, sólo la construcción de vivienda supondrá una disminución del PIB de 9 puntos.

El Estado puede paliar esta caída, aumentando la inversión en obra pública. Ahora bien, con un presupuesto de 300 mm, no puedes gastarte 90 mm€extra; a lo sumo unos 10 ó 20 mm (que ya es gastar)
. (…)

Seguimos con el zeppelín inmobiliario. Los datos resumen hasta ahora son los siguientes. Del 2003 al 2007 hemos construido unas 700.000 viviendas al año. Ahora construimos 250.000. La contribución al PIB era de unos 150.000 millones de euros, o un 15% del PIB; ahora será de 50.000 millones y un 5% del PIB.

El empleo en construcción de vivienda era de unos 2,2 millones, ahora previsiblemente será de 0,7 millones, por lo que se generarán 1,5 millones de parados que vienen a costar (a 20.000€euros por parado) unos 30.000 millones (un 10% del presupuesto del sector público). (…)¿Y por qué ha estallado la burbuja? Sencillo, no hay modo de pagar un piso de 230.000 euros con un salario promedio por hogar (suponiendo que ambos cónyuges trabajen) de 2.000 euros netos al mes. Para una hipoteca de 180.000 euros a 30 años la cuota mensual se eleva a 760€euros si los tipos están al 3%. Esto es llevadero, pero si los tipos suben al 6%, y esto ocurre de vez en cuando, la cuota se eleva a 1.100 euros, y esto ya no hay quien lo pague. De hecho, se está destinando a pagar el piso más del 50% de los ingresos mensuales, y esto no ocurre en ningún otro país de nuestro entorno."







Enlace.

martes, 14 de abril de 2009

Michael Hudson - Los verdaderos destinatarios de las Inyecciones de AIG

Mirar para otro lado...





La verdadera conspiración de AIG
Michael Hudson · · · · ·

22/03/09


Parecerá extraño, pero lo cierto es que la indignación pública levantada por los 135 millones de dólares de bonificaciones para altos ejecutivos de la aseguradora AIG es una bendición divina para Wall Street, incluidos los canallas de la propia AIG. ¿Por qué habrían de preocuparse tanto los medios de comunicación con el descubrimiento de una codicia al servicio de sí propia en el sector financiero? Todos y cada uno de los canales de TV, todos y cada uno de los periódicos de este país, de derecha a izquierda, han convertido esas bonificaciones en cabecera titular de sus informaciones de los dos o tres últimos días.

¿Qué yerro hay aquí? ¿No hay sobreactuación en una indignación que ha tenido sus expresiones más vociferantes en el senador Charles Schumer y en el congresista Barney Frank, los dos adelantados de los obsequios a los bancos el pasado año? ¿Le parece apropiado al presidente Obama venir a criticar ahora, después de tanto tiempo mudo, algo que le parece mal de Wall Street? Hasta el Wall Street Journal se ha metido en harina. La toma de control de AIG por parte del gobierno, dice, "se sirve de la empresa como instrumento para rescatar otras instituciones". Hay mucha más codicia que la observada en los empleados de AIG. La empresa debía mucho más a otros jugadores –por doquiera, y también en Wall Street— que el valor de los activos en su poder. Eso es lo que la llevó a la insolvencia. Y ha ido creciendo la oposición al modo en que Obama y McCain actuaron de consuno para apoyar un rescate que ha significado billones y billones de dólares tirados al sumidero. No realmente al sumidero, claro está, sino transferido a especuladores financieros situados en el triunfante lado "listo" de las malas apuestas financieras de AIG.

"La muchedumbre de Washington quiere centrarse en las bonificaciones porque busca desencadenar la cólera pública contra los actores privados", decía acusatoriamente el editorial del Wall Street Journal del pasado 17 de marzo. Mas, en vez de explicar que se trata de una maniobra distractora para pasar por alto las exacciones de Wall Street, mil veces mayores que el monto de las bonificaciones criticadas, se limitaban a atacar a su bestia negra de toda la vida: el Congreso. ¡Derecha e izquierda no diferirían sino en la elección del blanco al que dirigir la indignación pública!

He aquí el verdadero problema de todo el escándalo montado con las bonificaciones de 135 millones de dólares para los ejecutivos de AIG: esta suma es menos del 0,1% --una milésima— de los 183 mil millones de dólares que el Tesoro estadounidense dio a AIG para que pudiera dar satisfacción a sus acreedores. Esta suma, mil veces mayor que el volumen total de las bonificaciones en las que los promotores de Wall Street procuran centrar la atención del público, no se quedó en AIG. Desde hace seis meses, los medios de comunicación y los congresistas han tratado de descubrir a dónde fue a parar ese dinero. [El periódico económico] Bloomberg inició un pleito para descubrirlo. Chocó con un muro de silencio.

Hasta que, finalmente, el domingo 15 de marzo, por la noche, el gobierno soltó la prenda de los detalles. Eran enormemente embarazosos. El mayor recipiendario resultaba ser el mismo al que apuntaban los primeros rumores difundidos tempranamente por el mundo financiero: la propia empresa de Paulson, Goldman Sachs, encabezaba la lista. Era acreedora por valor de 13 mil millones de dólares. He aquí el perfil que va dibujándose. El pasado septiembre, el secretario del Tesoro, Paulson, de Goldman Sachs, compuso un terso memorándum de apenas 3 páginas esbozando su propuesta de rescate. El plan especificaba que, hicieran lo que hicieran él mismo u otros funcionarios del Tesoro (incluidos sus subordinados, asimismo procedentes de Goldman Sachs), ni sus decisiones podrían recurrirse legalmente, ni ellos mismos podrían se ser llevados a tribunales, y mucho menos procesados y perseguidos legalmente. Esta condición sacó de sus casillas al Congreso, que rechazó el rescate en primera instancia.

Ahora se ve que Paulson tenía muy buenas razones para introducir una cláusula legal que bloqueara la posible recuperación de los fondos dados por el Tesoro a los acreedores de AIG. En eso debería centrarse la indignación pública.

En cambio, los congresistas que más se destacaron por abogar a favor de la legislación del rescate –junto con Obama, quien en su debate final con McCain del viernes por la noche llegó a pronunciarse resueltamente a favor de la terrible versión "corta" del plan de rescate de Paulson— organizan ahora una escandalera con las bonificaciones de los ejecutivos de AIG, pero no contra los acreedores de la compañía aseguradora.

Hay dos cuestiones que han de plantearse siempre cuando se lanza una operación política. Primero: qui bono, ¿a quién beneficia? Y segundo: ¿por qué ahora? Según mi experiencia, la graduación de tiempos, el ritmo, es clave para averiguar la dinámica operante.

En lo tocante al qui bono: ¿qué ganan el senador Schumer, el congresista Frank, el presidente Obama y otros patrocinadores de Wall Street con esta escandalera pública? Pues para decirlo clarito: los pinta como a chicos duros con el sector bancario y financiero, no como a sus lobistas, siempre prestos a aprobar un obsequio tras otro. Así que la conmoción con AIG ha echado una cortina de humo sobre la verdadera naturaleza de sus lealtades políticas. Les permite posar con un ademán confundente, y así, posar como "honrados intermediarios" la próxima vez que tengan que aprobar deshonestamente el obsequio de unos cuantos billones de dólares más para los mayores patrocinadores y contribuyentes a sus propias campañas políticas.

En lo tocante a los ritmos, creo que ya ha quedado aclarado. La indignación con las bonificaciones de AIG ha logrado distraer la atención, desviándola de los acreedores de AIG, que fueron los que recibieron los 183 mil millones de dólares de obsequio del Tesoro. La suma "final" que tendrá que ir a parar a esos acreedores se rumorea que ronda los 250 mil millones, de modo que el senador Schumer, el congresista Frank y el presidente Obama todavía tienen mucho trabajo que hacer para Wall Street en el próximo año.

Para tener éxito en su trabajo, además de aplacar la indignación pública creciente con los malos rescates, necesitarán multiplicar los ademanes y los gestos con que se están prodigando ahora. Es un ejercicio de engaño.

Moraleja: cuanto más copiosas las lágrimas de cocodrilo vertidas sobre las bonificaciones a los ejecutivos de AIG (quienes, dicho sea de paso, parecen estar en el lado sano, de seguros bona fide del negocio de AIG, no en el jaleo de sus fondos de cobertura montados sobre un esquema Ponzi), tanto más distraerán la atención de la opinión pública respecto del obsequio de 183 mil millones de dólares, y tanto mejor colocados quedarán para seguir jugando obsequiosamente con dinero público (bonos del Tesoro y depósitos de la Reserva Federal) en beneficio de sus entidades financieras favoritas.

Sigamos la pista del dinero realmente dado a AIG: ¡183 mil millones de dólares! Ya sé que ese dinero se ha transferido ya, y que no hay forma de que lo devuelvan unos acreedores de AIG perfectamente conscientes de que Alan Greenspan, George Bush y Hank Paulson estaban llevando la economía estadounidense a un abismo inmobiliario, a un abismo de productos financieros derivados y a un abismo en materia de balanza de pagos, abismos, todos, que venían a confluir en la actividad de apostar contra las obligaciones de deuda colateralizada (CDO, por sus siglas en inglés) y de asegurar esas apuestas en AIG. Ese dinero ha sido lisa y llanamente chupado del Tesoro por la vía de colocar a propios en puestos públicos claves para que pudieran servirles mejor.

Pero sigámosles la pista a todos ellos. El senador Schumacher dijo a los recipiendarios de las bonificaciones de AIG que la I.R.S. [la agencia tributaria estadounidense] puede perseguirles y, de una u otra forma, recuperar el dinero. En realidad, también puede ir tras los recipiendarios del rescate de 183 mil millones de dólares. Todo lo que necesita hacer es recuperar los tradicionales impuestos sobre bienes raíces y aumentar los tipos marginales de los impuestos al ingreso y al patrimonio hasta los niveles (ya reducidos) de la era Clinton.

El dinero puede recuperarse. Y eso es precisamente lo que el señor Schumer, el señor Frank y otros no quieren que se debata públicamente. Por eso divierten la atención de la gente fingiendo escandalizarse con trivialidades. Una manera, muy propia de la época, de que la gente no vea el bosque y se pierda lo verdaderamente importante.

Michael Hudson es ex economista de Wall Street especializado en balanza de pagos y bienes inmobiliarios en el Chase Manhattan Bank (ahora JPMorgan Chase & Co.), Arthur Anderson y después en el Hudson Institute. En 1990 colaboró en el establecimiento del primer fondo soberano de deuda del mundo para Scudder Stevens & Clark. El Dr. Hudson fue asesor económico en jefe de Dennis Kucinich en la reciente campaña primaria presidencial demócrata y ha asesorado a los gobiernos de los EEUU, Canadá, México y Letonia, así como al Instituto de Naciones Unidas para la Formación y la Investigación. Distinguido profesor investigador en la Universidad de Missouri de la ciudad de Kansas, es autor de numerosos libros, entre ellos Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire.

Traducción para Revista Sin Permiso Ricardo Timón

El Golpe Silencioso - Planes de Rescate USA

Exposición detallada del funcionamiento del FMI; identificación de los mecanismos de endeudamiento de los países que acaban siendo rescatados por el Fondo, su conexión con las élites, conversión de la Deuda Privada en Pública, y su caída hacia la conversión en "repúblicas bananeras".
Testimonio de los lazos que unen los entramados Financiero -Wall Street- y Político en USA, razón de los objetivos de los planes de rescate.


Por: Simon Johnson / Traducción: Álvaro Degives-Más
El Golpe Sigiloso - Parte I

(Título original: The Quiet Coup)
Una de las cosas que se aprenden con bastante rapidez, cuando uno trabaja para el Fondo Monetario Internacional, es que nadie jamás está muy contento de verte. Lo más típico es que tus ‘clientes’ sólo pasan a verte cuando el capital privado les haya abandonado, cuando los socios del bloque regional comercial no lograron echar un cable con un salvavidas lo suficientemente fuerte, cuando los esfuerzos de último minuto por prestar dinero de amigos poderosos como China o la Unión Europea han fracasado. Nunca serás el invitado más esperado del baile.
Razón, claro está, es que el FMI se especializa en decirles a sus clientes lo que no quieren oír. Se supone que yo lo sé bien; he presionado a muchos oficiales gubernamentales en el extranjero para que aceptasen cambios dolorosos, durante mi estancia allí, cuando era el economista jefe en el 2007 y 2008. Y he sentido, al menos indirectamente, los efectos de la presión del FMI al trabajar con varios gobiernos de Europa del Este cuando pasaron por grandes dificultades después de 1989, y con el sector privado en Asia y América Latina durante las crisis surgidas a finales de los 90 y a principios de este milenio. A lo largo de ese periodo, y desde cada punto de vista, he visto de primera mano el flujo incesante de oficiales gubernamentales - de Ucrania, Rusia, Tailandia, Indonesia, Corea del Sur, y otros lugares - arrastrando sus pies camino al fondo, cuando las circunstancias eran pésimas y todo lo demás había fracasado.
Por supuesto, cada crisis es diferente. Ucrania hizo frente a una hiperinflación en 1994; Rusia necesitaba ayuda de forma desesperada cuando en el verano de 1998 reventó su estratagema de sustituciones consecutivas de deuda a corto plazo; la rupia indonesia se desplomó en 1997, casi arrasando la economía corporativa; aquel mismo año, el milagro económico de Corea del Sur que había durado 30 años se frenó en seco cuando los bancos extranjeros de pronto se negaron a conceder nuevos créditos.
Pero debo decirle que, para los ejecutivos del FMI, todas estas crisis tenían un deprimente aspecto de similitud. Obviamente, cada uno de estos países necesitaba un préstamo, pero más que eso, tenía que acometer grandes cambios para que el préstamo pudiese resultar eficaz. Casi siempre, los países en situación de crisis tienen que aprender a vivir a la medida de sus medios disponibles - han de aumentar sus exportaciones y recortar sus importaciones - y el objetivo es hacerlo sin recaer en la más terrible recesión. Naturalmente, los economistas del fondo dedican su tiempo al desarrollo de políticas - en materia presupuestaria, reservas y suministro de dinero y cosas así - que tengan sentido en ese contexto. Sin embargo, el llegar a la solución económica resulta muy difícil sólo en contadas ocasiones.
No: la auténtica preocupación de los ejecutivos a nivel superior del fondo, su mayor obstáculo para la recuperación, entraña casi invariablemente la política propia de los países en situación de crisis.
Lo típico es que estos países están en una situación económica desesperada por una sola razón: sus élites poderosas se excedieron en tiempos de bonanza, y se arriesgaron demasiado. Los gobiernos de mercados emergentes y sus aliados del sector privado suelen formar una estrecha y, en la mayoría de los casos, también refinada oligarquía que dirige el país más bien como una empresa con ánimos de lucro de la que controlan sus acciones. Cuando un país como Indonesia o Corea del Sur o Rusia crece, también lo hacen sus líderes empresariales. Siendo dueños de su pequeño universo, esta gente hace algunas inversiones que benefician claramente al conjunto de la economía, pero también comienzan a hacer apuestas mayores y más arriesgadas. Ellos suponen - en la mayoría de los casos, correctamente - que sus conexiones políticas les permitirá hacer recaer sobre el gobierno cualquier problema sustancial con el que se topen.
En Rusia, por ejemplo, el sector privado ahora tiene problemas serios ya que, a lo largo de aproximadamente los últimos cinco años, tomó prestado al menos $490.000 millones de bancos e inversores internacionales, asumiendo que el sector energético del país podría sostener un aumento continuo del consumo en toda su economía. Según los oligarcas rusos se gastaban este capital, adquiriendo otras empresas y acometiendo ambiciosos planes de inversión que generaban empleo, también aumentó su importancia para la élite política. El creciente apoyo político significaba un acceso mejorado a contratos lucrativos, reducciones de impuestos, y subvenciones. Y los inversores extranjeros no podrían estar más contentos: con lo demás en condiciones de igualdad, prefieren prestar dinero a gente que cuenta con el respaldo implícito de su gobierno nacional, incluso cuando tal respaldo dé un cierto tufo de corrupción.
Sin embargo, y de forma inevitable, los oligarcos de mercados emergentes se pasan; despilfarran dinero, y construyen enormes imperios de negocios sobre una montaña de deudas. Los bancos locales, a veces presionados por el propio gobierno, se prestan con demasiada facilidad a conceder créditos a la élite y a aquellos que dependen de ella. Siempre la cosa acaba mal cuando se excede al endeudarse con préstamos; sea un individuo, una empresa, o un país. Tarde o temprano, las condiciones crediticias empiezan a apretar, y nadie te prestará dinero bajo condiciones remotamente asequibles.
El espiral vicioso que viene a continuación tiene una caída particularmente empinada. Empresas gigantescas tambalean al borde de la bancarrota, y se colapsan los bancos locales que les prestaron dinero. Lo que antes se llamaban “empresas mixtas públicas y privadas” pasa a ser rubricado como “capitalismo de compinches.” Sin crédito disponible, le sigue un parálisis económico, y las condiciones sólo recaen de mal en peor. El gobierno se ve obligado a tirar de sus reservas en divisa extranjera para pagar las importaciones y los intereses sobre la deuda existente, y cubrir las pérdidas privadas. Pero tarde o temprano estas reservas se agotan. Si el país no puede enmendarse antes de que pase aquello, acabará incumpliendo su deuda estatal, y se convierte en un paría económico. El gobierno, en su carrera para detener la hemorragia, por lo típico se ve obligado a eliminar algunos de sus iconos nacionales - ya que sangran liquidez - y normalmente también a reestructurar un sistema bancario gravemente desequilibrado. En otras palabras, tendrá que estrujar como mínimo a algunos de sus oligarcas.
Sin embargo, rara vez resulta el estrujar a los oligarcas la estrategia preferida por gobiernos de mercados emergentes. Más bien lo contrario: al principio de la crisis, los oligarcas suelen estar entre los primeros que reciben ayudas extra del gobierno, por ejemplo mediante un acceso preferente a divisas extranjeras, o quizá una buena reducción de impuestos, o bien - y ésta es una técnica de rescate financiero clásica del Kremlin - la asunción de deuda privada por el gobierno. Bajo coacción, la generosidad hacia los viejos amigos puede adoptar muchas formas innovadoras. Y entretanto, teniendo que estrujar por lo menos a alguien, la mayoría de los gobiernos de mercados emergentes ponen su mirada primero en la gente común y trabajadora - al menos, hasta que se conviertan en demasiado generalizados los disturbios.
Al final, tal y como se dan cuenta ahora los oligarcas rusos de la etapa Putin, alguna parte de la élite tendrá que perder, antes de que pueda iniciarse la recuperación. Es como el juego de las sillitas: simplemente no hay suficientes reservas de liquidez para atender a todos, y el gobierno no se puede permitir adueñarse por completo de las deudas del sector privado.
Así que los profesionales del FMI le miran a los ojos del ministro de Finanzas, y deciden si el gobierno ahora sí va en plan serio. Al final, el fondo prestará dinero incluso a países como Rusia, pero quiere asegurarse primero de que el primer ministro Putin está preparado, dispuesto y capacitado para ponerse duro con algunos de sus amigos. Si no está dispuesto a echar a algunos de sus anteriores compinches ante la jauría de lobos, el fondo puede esperar. Y cuando lo esté, el fondo estará encantado de hacerle unas sugerencias útiles, especialmente referentes al quitar el control sobre el sistema bancario de las manos de los “empresarios” más incompetentes y avariciosos.
Por supuesto, los ex amigos de Putin se defenderán. Movilizarán a sus aliados, manipularán el sistema en su propio beneficio, y presionarán otras partes del gobierno, para obtener subvenciones adicionales. En casos extremos incluso recurren a la subversión, incluyendo ahí también el llamar a sus contactos en los estamentos estadounidenses de la política exterior, como hicieron los ucranianos a finales de los 90, con cierto grado de éxito.
Muchos programas del FMI “se salen de la trayectoria planificada” (un eufemismo) precisamente porque el gobierno no puede mantener el tipo duro con sus ex compinches, y la consecuencia es una inflación masiva u otros desastres. Un programa “vuelve a su trayectoria” una vez que el gobierno resulte victorioso o cuando los poderosos oligarcas se las arreglan entre sí al determinar quién gobierna - y por ende, quien gana y quien pierde - para el plan apoyado por el FMI. La auténtica batalla en Indonesia y Tailandia en 1997 era sobre cuáles de las familias poderosas iban a perder sus bancos. En Tailandia, el proceso se llevó a cabo con relativa calma. En Indonesia, conllevó la caída del presidente Suharto y el caos económico.
Por sus muchos años de experiencia, los profesionales del FMI saben que su programa sólo tiene éxito - estabilizando la economía y posibilitando el crecimiento - si algunos de los oligarcas poderosos, que tanto hicieron al crearse los problemas subyacentes, acaban pagando los platos rotos. Éste es el problema de todo mercado emergente.
La conversión en una república bananera

Por ser tan profunda y abrupto, la crisis económica y financiera recuerda en un grado chocante a los momentos que en tiempos recientes vimos en mercados emergentes (y solamente en ellos). Corea del Sur (1997), Malasia (1998), Rusia y Argentina (una y otra vez). En cada uno de esos casos, los inversores internacionales, movidos por temor a que ese país o su sector financiero no podía pagar su montaña de deudas, de pronto no les concedió más crédito. Y en cada uno de esos casos, ese temor se convirtió en una profecía que causó su propio cumplimiento, ya que los bancos, al no poder renovar sus deudas, de hecho se convirtieron en incapaces de pagar. Esto es precisamente lo que empujó a Lehman Brothers a la bancarrota el día 15 de septiembre, abundando en que se secara de la noche a la mañana toda fuente de financiación para el sector financiero en EE.UU. Al igual que en las crisis de mercados emergentes, la debilidad del sector bancario rápidamente se extendió al resto de la economía, causando una grave contracción económica y tiempos duros para millones de gente.
Sin embargo, hay una similitud mucho más preocupante: los intereses de la élite de negocios - en este caso de los EE.UU., financieros - jugaron un papel central en la creación de la crisis, haciendo apuestas cada vez mayores, con el respaldo implícito del gobierno, hasta producirse el colapso inevitable. Más alarmante aún, están usando su influencia para evitar precisamente los tipos de reforma que son necesarios - y de forma rápida - para sacar la economía de su caída en picado. El gobierno parece incapaz o indispuesto a actuar firme en contra de ellos.
A mucho banquero de inversión de élite y autoridad gubernamental le gusta culpar de la crisis actual a la bajada de los tipos de interés en los EE.UU. tras el colapso de la burbuja de internet o, mejor aún - en un ejercicio de “echar balones fuera” - en el flujo de ahorros de China. Algunos derechistas prefieren quejarse de [las ex empresas de capital abierto, ahora bajo tutela federal] Fannie Mae o Freddie Mac, o incluso de los tradicionales esfuerzos de promover la tenencia más amplia de una vivienda en propiedad. Y por supuesto que le resulta axiomático a todo el mundo que las autoridades reguladoras y responsables de la “seguridad y solvencia” estaban entretanto roncando a todo placer.
Pero esas políticas diferentes - la regulación en una versión ‘light’, el dinero barato, la alianza sino estadounidense no escrita, la promoción de la vivienda en propiedad - tienen todas una cosa en común. Incluso donde algunas de ellas se conectar tradicionalmente con los demócratas, y algunas otras con los republicanos, cada una de ellas benefició al mismo sector financiero. Se ignoraron o se rechazaron intentos de cambiar políticas que, quizá, hubiesen aplazado la crisis, pero que sí habrían limitado los beneficios del sector financiero - como por ejemplo los esfuerzos en 1998 ahora famosos de Brooksley Born, de someter a regulación las permutas de riesgo crediticio [los 'credit default-swaps'] en la Commodity Futures Trading Commission [agencia federal reguladora de mercados de valores de materias primas].
La industria financiera no ha gozado siempre de un tratamiento tan preferente. Pero durante aproximadamente los últimos 25 años, las finanzas han subido como la espuma, convirtiéndose en cada vez más poderosas. El ‘boom’ comenzó durante los años de Reagan, pero se vio reforzado por las políticas de liberalización bajo los mandatos de [William J.] Clinton y George W. Bush. Varios otros factores ayudaron a alimentar al ascenso de la industria financiera. La política monetaria de Paul Volcker durante los años 80, y la acompañante y creciente volatilidad de las tasas de interés hicieron que el comercio de bonos se convirtiese en mucho más rentable. Las invenciones de conceptos como la titulización de activos ['securitization'], permutas financieras de intereses ['interest-rate swaps'], y las permutas de riesgo crediticio aumentaron de forma muy importante el volumen de transacciones sobre las cuales pudieron obtener beneficio los banqueros. Además, una población cada vez más adinerada, y que se iba envejeciendo, invirtió cada vez más en valores cotizados en la bolsa, ayudada por el invento de la cuenta de inversión de jubilación ['IRA'] y los planes de ahorro para la jubilación, los 401(k). En su conjunto, estos desarrollos aumentaron enormemente las oportunidades de obtener beneficio en los servicios financieros.

No resulta sorprendente que Wall Street se lanzó a aprovecharse de estas oportunidades. Desde 1973 hasta 1985, el sector financiero nunca obtuvo más de un 16 por ciento en ganancias corporativas. En 1986, esa cifra alcanzó el 19 por ciento. En los años 90 oscilaba entre el 21 y el 30 por ciento, lo más alto de cualquier periodo tras la Segunda Guerra Mundial. En la actual década, alcanzó el 41 po ciento. La remuneración subió de manera igual de espectacular. Desde 1948 hasta 1982, la compensación media en el sector financiero variaba entre un 99 y el 108 por ciento de la media para todas los sectores privados a nivel doméstico. A partir de 1983 subió vertiginosamente, alcanzando el 181 por ciento en el 2007.
Las grandes riquezas que el sector financiero creó y concentró dio a los banqueros un enorme peso político, que en los EE.UU. no se ha visto desde la era de J.P. Morgan (el hombre, no la empresa). En aquel periodo, el pánico bancario de 1907 sólo pudo ser parado mediante acción coordinada entre los banqueros del sector privado; ninguna entidad gubernamental era capaz de ofrecer una solución eficaz. Pero aquella primera época de los banqueros oligarcas tocó su fin con la adopción de una importante ley de regularización de la banca, en respuesta a la Gran Depresión; el resurgimiento de una oligarquía financiera estadounidense es bastante reciente.
El pasillo que une Wall Street y Washington

Claro está: los EE.UU. es algo único. Al igual que tenemos la economía, las fuerzas armadas y la tecnología más avanzadas de todo el mundo, también tenemos su oligarquía más avanzada.
En un sistema político primitivo, el poder se transmite por medio de la violencia, o su amenaza: golpes militares, milicias privadas, etcétera. En un sistema menos primitivo, como es típico en el caso de los mercados emergentes, el poder se transmite a través del dinero: sobornos, comisiones ilegales y cuentas bancarias en paraísos fiscales. Aunque la acción de bufetes de presión política y las contribuciones financieras a campañas electorales sí juegan un papel destacado en el sistema político de los Estados Unidos, la corrupción a la vieja usanza - sobres repletos de billetes de $100 - tiene probablemente poca relevancia hoy en día, pese a figuras como Jack Abramoff.
En lugar de ello, la industria financiera de EE.UU. obtuvo su poder político al amasar un tipo de capital cultural: un sistema de creencias. En un pasado, tal vez, existió una creencia según la cual lo que era bueno para General Motors lo era también para el país. A lo largo de la pasada década se implantó la idea que lo que es bueno para Wall Street también lo es para el país. La industria de la banca y el mercado de valores se convirtió en uno de los principales contribuyentes a las campañas políticas, pero en el punto álgido de su influencia, no tenía por qué comprarse los favores políticos de la misma forma en que, por ejemplo, sí tendrían que hacer quizá las empresas del tabaco o los contratistas militares. En su lugar, se benefició del hecho que quienes se desenvolvían en las tripas de Washington ya estaban convencidos de que la existencia de las grandes instituciones financieras y los mercados libres de capital era esencial para la posición de los EE.UU. en el mundo.
Uno de esos canales de influencia era, por supuesto, el flujo de personas entre Wall Street y Washington. Robert Rubin, quien en su momento era copresidente de Goldman Sachs, sirvió como secretario del Tesoro bajo el presidente Clinton, para convertirse más tarde en presidente del comité ejecutivo de Citigroup. Henry Paulson, el consejero delegado de Goldman Sachs durante su largo periodo del ‘boom’ se convirtió en secretario del Tesoro bajo George W.Bush. John Snow, el antecesor de Paulson, dejó el cargo para convertirse en el presidente de Cerberus Capital Management, una gran empresa de participación privada que también cuenta con Dan Quayle [vicepresidente bajo George H.W. Bush] entre sus directivos. Alan Greenspan, tras dejar la Reserva Federal, se convirtió en un consultor de Pimco, quizá la mayor empresa del mundo en el mercado internacional de bonos.
Estas conexiones personales se multiplicaron con creces en los niveles inferiores de las administraciones de los últimos tres presidentes, y reforzaron los lazos entre Washington y Wall Street. Se ha convertido en algo así como una tradición el que empleados de Goldman Sachs pasen al servicio público tras dejar la empresa. El flujo de ex empleados de - que incluye a Jon Corzine, ahora gobernador de Nueva Jersey, junto con Rubin y Paulson - no sólo situó en los centros de poder a personas con la visión propia de Wall Street sobre el mundo, sino que también ayudó a crear una imagen de Goldman (al menos, para los adentrados de Washington) de una institución que casi representaba una forma de servicio público.
Wall Street es un lugar muy seductor, imbuido de aires de poder. Sus directivos se creen de verdad que controlan las manivelas que hacen que gire el mundo. Se le podría perdonar a un funcionario de Washington invitado a una de sus salas de conferencias, aunque sólo sea por una reunión, por sucumbir ante su influencia. A lo largo de mi época en el FMI, me impresionó la facilidad con la que accedieron los líderes financieros a los oficiales más altos del gobierno de los EE.UU., y lo entramado que estaban las dos carreras profesionales. Me acuerdo muy bien de una reunión, celebrada a principios del 2008 y a la que asistieron los máximos responsables de política financiera de un puñado de países ricos - en la cual el presidente de turno con indiferencia proclamó - ante la aprobación generalizada de los asistentes en la sala - que la mejor preparación para llegar a ser gobernador de un banco central es el trabajar antes como banquero de inversión.
Toda una generación de responsables políticos ha estado hipnotizado por Wall Street, convencidos siempre y totalmente de que sea lo que dijesen los bancos era cierto. Son bien conocidas las expresiones de Alan Greenspan, a favor de mercados financieros sin regularización. Pero Greenspan no era el único. Esto es lo que en el 2006 dijo Ben Bernanke, el hombre que le sucedió: “La gestión de riesgos del mercado y del crédito se ha convertido en cada vez más sofisticada [...] Organizaciones bancarias, de cualquier tamaño, han logrado avances importantes a lo largo de las dos últimas décadas en su capacidad de medir y gestionar riesgos.”
Por supuesto, en su mayoría esto era ilusorio. Los reguladores, legisladores y académicos casi todos asumieron que los gerentes de estos bancos sabían lo que estaban haciendo. En retrospectiva, no lo sabían. La división de productos financieros de AIG, por ejemplo, logró en el 2005 beneficios por un importe de $2.500 millones antes de impuestos, en gran parte por vender titulizaciones por debajo de su coste real, con pólizas tan complejas como eran mal comprendidas. En muchos casos, se describe como “recoger monedas de cinco centavos delante de una apisonadora;” es una estrategia que durante los años normales da beneficios, pero resulta catastrófico en los años malos. En otoño del año pasado, AIG tenía pólizas que cubrían más de $400.000 millones en valores. Hasta la fecha de hoy, el gobierno de los EE.UU, en su esfuerzo por salvar la empresa, ha dedicado unos $180.000 millones en inversiones y préstamos, para cubrir las mismas pérdidas que el sofisticado sistema de modelos financieros de AIG dijo eran virtualmente imposibles.
El poder seductor de Wall Street incluso se extendió hasta (o se extendía especialmente hacia) los profesores universitarios de finanzas y economía, que históricamente siempre estaban limitados a trabajar hacinados en sus pequeños despachos universitarios en pos de premios Nobel. Según las finanzas matemáticas se convertían cada vez más en esenciales para la práctica financiera, cada vez más profesores aceptaron puestos como consultores o socios en instituciones financieras. Quizá Myron Scholes y Robert Merton, ambos premiados con un Nobel, hayan sido los más famosos; en 1994 ellos aceptaron puestos en el consejo de Long-Term Capital Management, antes de llegar aquel fondo a su conocido fin, hacia finales de la década. Pero muchos otros se labraron un camino similar. Esta migración puso un sello de legitimidad académica (y un aura intimidatorio de rigor intelectual) al mundo de las altas finanzas en plena expansión.
Según más y más ricos hacían su fortuna en las finanzas, el culto a las finanzas se filtró para adentrarse en la cultura general. Obras como En las puertas del poder ['Barbarians at the Gate: The Fall of RJR Nabisco'], Wall Street, y La hoguera de las vanidades ['Bonfire of the Vanities'] - todas ellas con la intención de ser una historia de escarmiento - no hicieron más que aumentar la mística de Wall Street. [El autor] Michael Lewis observó el año pasado en la revista Portfolio que, cuando en 1989 escribía Liar’s Poker, el relato de un testigo privilegiado sobre la industria financiera, tenía la esperanza de suscitar indignación con su libro ante la altanería y los excesos de Wall Street. En su lugar, acabó “hasta las rodillas de cartas de estudiantes de [la universidad] Ohio State que querían saber si tenía más secretos que compartir [...] Habían leído mi libro como un manual de instrucciones.” Hasta los criminales de Wall Street, como Michael Milken [condenado, entre otras cosas, por un fraude gigante con bonos basura] y Ivan Boesky [corredor de bolsa condenado por operaciones de información privilegiada], se convirtieron en figuras enormes. En una sociedad que admira y celebra la idea de ganar dinero, resultaba fácil concluir que los intereses del sector financiero eran los mismos que los intereses del país, y que los campeones del sector financiero sabían mejor lo que le conviene a los EE.UU. que los funcionarios de carrera en Washington. La fe en los mercados financieros libres se acrecentó hasta convertirse en sabiduría popular, que se proclamó con presunción, tanto desde las páginas editoriales del Wall Street Journal, como el propio Congreso de los Estados Unidos.
Desde esta confluencia de financiación de campañas políticas, conexiones personales e ideología, brotó todo un río de políticas de desregulación - tan sólo en la última década - que, en retrospectiva, resulta asombroso:
• La insistencia en el movimiento libre de capital a través de las fronteras;
• La revocación de normativas de la era de la Gran Depresión que separaban la banca comercial de la banca de inversión;
• La prohibición desde el Congreso del regular las permutas de riesgo crediticio;
• Importantísimos aumentos del coeficiente de endeudamiento permitido para los bancos de inversión;
• Una mano ligera ¿o quizá debería decir invisible? de la comisión supervisora del mercado de valores [la 'Securities and Exchange Commission'] al hacer cumplir sus normativas y reglamentos;
• Un acuerdo internacional que permite a los propios bancos medir sus índices de riego;
• Y una deliberada dejadez al no actualizar las normativas para ponerse al día con los tremendos pasos de avance de las innovaciones financieras.
El sentimiento que acompañaba estas medidas adoptadas en Washington parecía oscilar entre la indiferencia y una celebración en toda regla: se pensaba que, una vez desatadas, las finanzas continuarían propulsando la economía hasta alturas aún más elevadas.

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El Golpe Sigiloso (Parte II)
Los oligarcas estadounidenses y la crisis financiera

La oligarquía y las políticas de gobierno que lo ayudaron no eran lo único que causaron la crisis económica que estalló el año pasado. Hay muchos otros factores contribuyentes, incluyendo un exceso de préstamos tomados por hogares individuales, y unos criterios de concesión de crédito demasiado relajados en la franja exterior del mundo financiero. Pero los mayores bancos comerciales y de inversión - y los fondos de gestión alternativa que se aprovecharon a todo gusto de la coyuntura - eran los grandes beneficiarios de la burbuja doble del mercado de viviendas y del mercado de valores de esta década; sus beneficios se alimentaron de un volumen de transacciones que crecía sin parar, apoyado en una base relativamente pequeña de los activos reales y tangibles. En cada ocasión en la que un préstamo se vendió, se combinó en un paquete, se titulizó, y se revendió, los bancos se embolsaron su comisión de transacción, y los fondos de gestión alternativa que compraron esos valores titulizados cosecharon sus comisiones incesantemente mayores a la par que crecían sus carteras.
Dado que todo el mundo se estaba haciendo más rico, y que la salud de la economía nacional dependía en tal grado del crecimiento en el mercado inmobiliario y las finanzas, nadie en Washington tenía incentivo alguno para cuestionar lo que estaba pasando. En su lugar, el presidente de la Fed, Greenspan, y el presidente Bush insistieron con la monótona regularidad de un metrónomo que la economía gozaba de una fundamental salud y que el crecimiento tremendo en las titulizaciones complejas y las permutas de riesgo crediticio eran la prueba de una economía en gran estado de salud en la cual el riesgo estaba distribuido de forma segura.
En el verano del 2007 comenzaron a aparecer los signos de tensión. El ‘boom’ había producido tanta deuda que incluso un pequeño traspié económico podría causar problemas económicos de calado, y el aumento de la tasa de morosidad de hipotecas concedidas a clientes con un perfil crediticio marginal [las hipotecas 'subprime'] resultó ser aquel traspié. A partir de aquel momento, tanto el sector financiero como el gobierno federal han actuado invariable y exactamente según cabría esperar de ellos, a la vista de las anteriores experiencias con mercados emergentes en situación de crisis.
A estas alturas, los príncipes del mundo financiero han sido, por supuesto, despojados de su aura quedando desnudos como líderes y estrategas, al menos según la opinión de la mayoría de gente en los EE.UU. Pero según iban pasando los meses, las élites financieras continuaron asumiendo que su posición privilegiada estaba a salvo, como los hijos mimados de la economía, a pesar de los destrozos que ellos mismos habían causado.
Stanley O’Neal, el consejero delegado de Merrill Lynch, metió su empresa en profundidad en el mercado de titulizaciones garantizadas por hipotecas, en su momento álgido en el 2005 y 2006; en octubre del 2007 lo reconoció así: “La conclusión final es que nos equivocamos - yo me equivoqué - quedando excesivamente expuesto a las ’subprime’ y sufrimos el resultado del desequilibrio de liquidez en ese mercado. No hay nadie más decepcionado que yo con aquel resultado.” O’Neal se llevó a su casa una prima de $14 millones en el 2006; en 2007, se marchó de Merrill con un paquete de indemnizaciones por valor de $162 millones, aunque cabe asumir que hoy en día tiene un valor muy inferior.
En octubre, John Thain, el consejero delegado final de Merrill Lynch, presionó su consejo de directores, según algunas fuentes, para obtener una prima de $30 millones o más, aunque en diciembre acabó reduciendo sus exigencias hasta $10 millones; al final retiró su solicitud, tras recibir una avalancha de críticas, y tan sólo después de filtrarse la cuestión a The Wall Street Journal. Merrill Lynch en sí no estaba en una situación mejor: adelantaron el pago de las primas, por un total de $4.000 millones, hasta el mes de diciembre, presuntamente para evitar la posibilidad de que sea reducido por Bank of America, que sería el dueño de Merrill a partir del 1 de enero. El año pasado, Wall Street pagó en concepto de primas de fin de año $18.000 millones a sus empleados en la ciudad de Nueva York, y eso después de que el gobierno había desembolsado $243.000 millones en ayudas de emergencia al sector financiero.
En una situación de pánico financiero, el gobierno debe actuar tanto con rapidez como con una fuerza abrumadora. El problema fundamental aquí es la inseguridad; en nuestro caso, es inseguridad sobre si los bancos más grandes disponen de suficientes activos para cubrir sus deudas. Las medidas tomadas a medias en combinación con esperanzas basadas en quimeras y una actitud de esperar a los que vengan detrás no puede superar esta inseguridad. Y cuanto más se tarde en responder, esa inseguridad estrujará más al flujo de créditos, se mina la confianza del consumidor, y se paraliza la economía, haciendo al final que el problema sea mucho más difícil de resolver. Sin embargo, las principales características de la respuesta gubernamental a la crisis financiera han sido demoras, una falta de transparencia, y desganas para causar disgustos al sector financiero.
Hasta el momento, la respuesta quizá se pueda describir mejor como “política a golpe de trato:” cuando una institución financiera importante tambalea, el departamento de Tesorería y la Reserva Federal instrumentan durante el fin de semana una inyección de rescate, para anunciar el lunes que todo está en orden. En marzo del 2008, Bear Stearns fue vendido a JP Morgan en una operación que para muchos parecía un regalo para JP Morgan (Jamie Dimon, el consejero delegado de JP Morgan, forma parte del consejo de directores del Federal Reserve Bank of New York [la Fed es un sistema de bancos confederados a nivel 'regional'] que fue el que, junto con el departamento de Tesorería, negoció el trato). En septiembre hemos visto: la venta de Merrill Lynch al Bank of America, la primera inyección de rescate en AIG, y la compra y sucesiva venta inmediata de Washington Mutual a JP Morgan - todas estas operaciones fueron negociadas por el gobierno. En octubre, en el mismo día y tras puertas cerradas en Washington, se hizo una inyección de capitalización en nueve bancos. Esto, a su vez, fue sucedido por inyecciones de rescate adicionales para Citigroup, AIG, Bank of America, Citigroup (otra vez), y AIG (una vez más).
Puede que algunas de estas operaciones hayan sido respuestas razonables ante una situación de gran inmediatez. Pero nunca resultó (ni sigue siendo) claro a qué conjunto de intereses obedeció, y cómo lo sirvió. Ni el departamento de Tesorería ni la Fed actuaron acorde con ningún principio que haya sido declarado en público; sólo trabaron una transacción, para luego proclamar que era lo mejor que se podía hacer bajo las circunstancias. Aquí, se trata de acuerdos y tratos hechos a escondidas y en plena noche, así de llano y simple.
En toda esta crisis, el gobierno ha extremado precauciones por no causar sobresaltos a los intereses de las instituciones financieras, ni cuestionar las líneas maestras del sistema que nos dejó en la situación en que estamos. En septiembre del 2008, [el ex secretario de Tesorería] Henry Paulson pidió al Congreso $700.000 millones para comprar activos tóxicos de bancos, sin condición alguna a cambio, ni ningún proceso de revisión jurídica de sus decisiones de adquisición. Muchos observadores sospecharon que el propósito era el de pagar en exceso por esos activos, y con ello quitarles a los bancos el problema de sus manos; de hecho, ésa es la única forma en la cual la compra de activos tóxicos podría haber aportado ayuda alguna. Quizá debido a que no había forma de conseguir que tal subsidio descarado sea políticamente aceptable, se abandonó ese plan.
En su lugar, el dinero se empleó para inyectar nuevo capital en los bancos, comprando sus acciones bajo condiciones que favorecían de forma flagrante a los propios bancos. Según la crisis se profundizaba y las instituciones financieras necesitaban más ayuda, el gobierno se inventó formas cada vez más creativas para dar a los bancos subsidios demasiado complejos para que el público en general lo entendiese. El primer rescate de AIG, bajo términos relativamente favorables al contribuyente, se suplió con tres rescates adicionales cuyas condiciones eran más favorables para AIG. El segundo rescate de Citigroup y aquel del Bank of America incluyeron complejas garantías de activos que ofrecieron un seguro a los bancos a un precio por debajo del mercado. El tercer rescate de Citigroup, a finales de febrero, convirtió las acciones preferentes en manos del gobierno en acciones comunes, a un precio sustancialmente por encima del mercado; un subsidio que, en su primera lectura, probablemente pasaría desapercibido hasta para la mayoría de los lectores del Wall Street Journal. Y las acciones preferentes convertibles que Tesorería comprará, bajo el nuevo plan de estabilidad financiera [el Financial Stability Plan] da la opción de conversión - y con ello la ventaja - a los bancos; no al gobierno.
Este último plan - que probablemente acabará ofreciendo préstamos baratos a los fondos de gestión alternativa [los 'hedge fund'] y otros para que puedan comprar activos a precios relativamente elevados de los bancos en dificultades - ha sido influenciado mucho por el sector financiero - y Tesorería desde luego no lo oculta. Según dijo Neel Kashkari, un alto oficial de Tesorería bajo tanto Henry Paulson como Tim Geithner (y ex empleado de Goldman) en su comparecencia ante el Congreso, en marzo: “Habíamos recibido propuestas entrantes no solicitadas de gente en el sector privado que decían: ‘Tenemos capital listo para saltar al ruedo; queremos ir a por los activos [de los bancos en dificultades]‘.” Y eso es justo lo que el plan les permite hacer: “Al casar capital del gobierno - capital del contribuyente - con capital del sector privado, y ofreciendo la financiación, se puede facilitar a esos inversores para que luego vayan a por esos activos, a un precio que tiene sentido para los inversores y a un precio que tenga sentido para los bancos.” Kashkari no mencionó nada de lo que tenga sentido para el tercer grupo implicado: los contribuyentes.
Incluso dejando de lado lo que sea justo para los contribuyentes, la forma en que el gobierno aborda los bancos con guante de seda causa honda preocupación, por una simple razón: no es adecuado para cambiar el comportamiento de un sector financiero acostumbrado a hacer negocios en sus propios términos, en un momento en el que se debe cambiar aquel comportamiento. Como un alto cargo banquero anónimo le dijo a The New York Times, en el otoño pasado: “Da igual cuánto nos dé Hank Paulson; nadie prestará ni un penique hasta que el curso de la economía dé la vuelta.” Pero la pega está precisamente ahí: la economía no se puede recuperar hasta que los bancos estén sanos y dispuestos a prestar dinero.
El camino a la salida

Si sólo nos fijamos en la crisis financiera (y dejamos de lado algunos de los problemas de la economía en general), nos enfrentamos a al menos dos importantes problemas, que están relacionados entre sí. El primero es el de un sector bancario en un estado desesperado de enfermedad, que amenaza con estrangular cualquier recuperación incipiente que un estímulo fiscal pudiese generar. El segundo es un equilibrio de poder que da al sector financiero el poder de pronunciar su veto sobre políticas públicas, aún cuando ese sector está perdiendo su base de apoyo popular.
Los grandes bancos, según parece, no han hecho más que acrecentarse en su fuerza política desde que comenzó la crisis. Y esto no sorprende. Con el sistema financiero en tal estado de fragilidad, el daño que podría causar el colapso de un banco importante - Lehman era pequeño, comparado con Citigroup o Bank of America - es mucho mayor de lo que sería en tiempos normales. Los bancos han estado explotando este temor, al estrujar sus tratos favorables de Washington. Bank of America obtuvo su segundo paquete de rescate (en enero) tras advertir al gobierno que posiblemente no podría llevar a cabo la adquisición de Merrill Lynch; una posibilidad que Tesorería no quería ni considerar.
Los retos que tiene ante sí los Estados Unidos conforman un territorio conocido para la gente del FMI. Si uno ocultase el nombre del país, para sólo enseñarles las cifras, no cabe duda de lo que los profesionales experimentados del FMI dirían: nacionaliza los bancos en dificultades, y repártelos en trozos según sea necesario.
En ciertas formas, por supuesto, el gobierno ya ha tomado el control del sistema bancario. Ha garantizado esencialmente las deudas de los mayores bancos, y es su única fuente creíble de capital, hoy en día. Entretanto, la Reserva Federal ha adoptado un papel destacado al proveer de créditos a la economía - la función que se supone desempeña el sector de la banca privada, pero que no ejerce. Pero hay límites a los que la Fed pueda hacer por su cuenta; los consumidores y las empresas continúan dependiendo de bancos que carecen de los balances generales y de incentivos para dar los créditos que la economía necesita, y el gobierno no ejerce un control real sobre quién dirige los bancos, ni lo que hacen.
La fuente de los problemas de los bancos está en las grandes pérdidas que indudablemente acumularon en sus carteras de valores y de préstamos. Pero no quieren reconocer la auténtica dimensión de sus pérdidas, porque eso probablemente les destapará como insolventes. Por ello, ningunean el problema, y solicitan limosnas que son insuficientes para curarles (una vez más: no pueden destapar la magnitud de dádivas necesarias para tal propósito) pero son suficientes para mantenerlos en pie por otro rato más. Este comportamiento es corrosivo: los bancos malsanos o bien no prestan dinero (almacenan dinero para apuntalar sus reservas) o se arriesgan con jugadas a la desesperada en préstamos e inversiones de alto riesgo que podrían tener grandes dividendos, pero que probablemente no tendrán beneficios en absoluto. En cualquier caso, la economía sufre más aún, y según continúa así, los propios activos de los bancos continúan en su deterioro, dando lugar a un círculo vicioso altamente destructivo.
Para romper este ciclo, el gobierno debe forzar los bancos para que reconozcan la escala de sus problemas. Tal y como lo ve el FMI (y según ha insistido el propio gobierno de los EE.UU. en un pasado, ante múltiples países de mercado emergente) la forma más directa de hacerlo es mediante la nacionalización. En su lugar, Tesorería está intentando negociar paquetes de rescate, banco por banco, y se comporta como si los bancos tuviesen todas las cartas en la mano - contorsionando las condiciones de cada trato negociado para minimizar la propiedad en manos del gobierno, y al perjurar entretanto que el gobierno no ejercerá su influencia sobre las estrategias u operaciones del banco. Bajo estas condiciones resulta imposible limpiar los balances generales de los bancos.
La nacionalización no implicaría la propiedad permanente por el estado. El consejo del FMI sería, esencialmente: aumentar la escala de operación del proceso estándar de la corporación aseguradora de depósitos bancarios [la 'Federal Deposit Insurance Corporation']. Una “intervención” de la FDIC es básicamente un procedimiento de gestión por el gobierno de bancarrotas bancarias. Permitiría al gobierno eliminar los accionistas de los bancos, sustituir sus directivos fracasados, limpiar los balances generales, y luego vender los bancos al sector privado. La ventaja principal es el reconocimiento inmediato del problema, para que pueda ser resuelto antes de que empeore.
El gobierno debe inspeccionar los balances generales e identificar aquellos bancos que no pueden sobrevivir una grave recesión. Estos bancos deben encarar una elección: amortiza tus bienes para que reflejen su valor auténtico y conseguir el capital privado necesario en un plazo de 30 días, o el gobierno asumirá el control. El gobierno amortizaría los activos tóxicos de los bancos en suspensión de pago - reconociendo así la realidad - y transferiría esos activos a una entidad gubernamental separada, que intentaría salvar lo que sea posible para el contribuyente (igual que lo hizo la Resolution Trust Corporation, después del debacle [en EE.UU.] de las cajas de ahorro y préstamo en los años 80). Las partes restantes de esos bancos - limpiados y capaces de prestar con seguridad, y por ende nuevamente fiables para otras entidades crediticias e inversores - podrían después ser vendidos.
La operación de limpieza de los ‘megabancos’ será compleja. Y será costoso para el contribuyente: acorde con las últimas cifras del FMI, la limpieza del sistema bancario probablemente acabará costando cerca del billón y medio de dólares (lo que es el 10 por ciento de nuestro PIB) a largo plazo. Pero tan sólo la acción decisiva del gobierno - al exponer toda la magnitud de la podredumbre financiera y restaurando algún conjunto reducido de bancos a un estado de salud que se pueda verificar públicamente - podrá curar la totalidad del sector financiero.
Puede que esto parezca un medicamento de caballo. Pero de hecho, aunque sea necesario, resulta insuficiente. El segundo problema que tiene delante los EE.UU. - el poder de las oligarquías - es tiene la misma importancia que la crisis inmediata de los préstamos. Y el consejo del FMI en este frente sería, una vez más, igual de simple: rompe las oligarquías.
Las instituciones de tamaño excesivo están influenciando de manera desproporcionada las políticas públicas; los bancos de mayor tamaño que hoy en día tenemos derivan mucho de su poder de ser demasiado grande para que colapsen. La nacionalización y la ronda posterior de privatizaciones no cambiaría eso; aunque la sustitución de los ejecutivos bancarios que nos metieron en esta crisis sería justo y sensato, al final, el reemplazo de un conjunto de directivos poderosos por otro, sólo cambiaría los nombres de los oligarcas.
Idealmente, los bancos grandes deberían ser vendidos en trozos de tamaño medio, dividido por regiones o por tipo de negocio. Allá donde eso no resulte práctico - ya que querremos vender los bancos rápidamente - podrían ser vendidos en su conjunto, pero con el requisito de romperlos en trozos en un plazo breve. Los bancos que permanezcan en manos privadas también deberían ser sujetos a limitaciones de tamaño.
Esto puede aparentar como una medida cruda y arbitraria, pero es la mejor forma de limitar el poder de instituciones individuales en un sector esencial para el conjunto de la economía. Claro está, habrá gente que se queje de ‘gastos por ineficacia’ de un sistema bancario más fragmentado, y esos gastos son reales. Pero igualmente grande es el gasto de un banco demasiado grande para que colapse - como un arma de autodestrucción financiera masiva - al final estalla. Cualquier cosa demasiado grande para que quiebre es demasiado grande para que exista.
Para asegurar que sea sistemático la distribución en pedazos más pequeños de los bancos, y para evitar que al final resurjan los enormes monstruos peligrosos, también tenemos que someter a una profunda revisión nuestras leyes anti monopolio. Las leyes adoptadas hace más de 100 años para combatir los monopolios industriales no fueron diseñadas para hacer frente a los problemas que tenemos ahora. El problema en el sector financiero hoy no es que una empresa dada pueda tener una cuota suficiente de mercado como para influenciar sus precios; es que una empresa o un conjunto reducido de empresas conectadas entre sí, al quebrar, puede arrastrar en su caída a toda la economía. El estímulo fiscal de la administración de Obama evoca a [el presidente Franklin D. Roosevelt] FDR, pero lo que tenemos que imitar aquí es [la implacable política de ruptura de monopolios, conocido por] ‘trust-busting’ de [el presidente Theodore D. Roosevelt] Teddy Roosevelt.
La imposición de topes a la compensación de directivos, aunque tenga el perfume de populismo, puede ayudar a restaurar el equilibrio de poder político y disuadir la resurrección de una nueva oligarquía. La principal atracción de Wall Street - tanto para la gente que trabaja allí como para los oficiales gubernamentales que estuvieron más que encantados de bañarse en sus reflejos de gloria - ha sido la cantidad estupefaciente de dinero que uno podía ganar ahí. La limitación de ese dinero reduciría también la atracción del sector financiero, convirtiéndola en otra industria más.
No obstante, los límites directos de paga son una medida basta, especialmente a largo plazo. Y la mayoría del dinero se gana hoy en día en los fondos de gestión alternativa, que apenas son reguladas, y en empresas de inversión privada, por lo cual la reducción de pago resultaría complicado. La regulación y los impuestos deben ser parte de la solución. Sin embargo, y a más largo plazo, la mayor parte puede venir de mayores niveles de transparencia y de competencia, que reduciría las comisiones de la industria financiera. Para quienes digan que con ello se empujarían las actividades financieras a otros países, ahora podemos decir, con toda seguridad además: perfecto.
Dos vías

Para parafrasear a Joseph Schumpeter, el economista de principios del S. XX, todo el mundo tiene sus élites; lo importante es cambiarlos de vez en cuando. Si los EE.UU. hubiese sido cualquier otro país, y viniera cabizbajo al FMI, sería quizá más bien optimista sobre su futuro. La mayoría de las crisis de mercados emergentes que he mencionado acabaron con relativa rapidez, dando lugar en su mayoría a una recuperación relativamente potente. Pero esto, desgraciadamente, nos conlleva al límite de la analogía entre los EE.UU. y los mercados emergentes.
Los países de mercado emergente sólo tiene su cuota precaria de riqueza, y son débiles a nivel mundial. Cuando entran en dificultades, con bastante literalidad se les agota el dinero, o al menos: divisas extranjeras, sin lo cual no pueden sobrevivir. Tienen que tomar decisiones delicadas; al final, la acción agresiva formará parte del pastel que se cuece. Pero los EE.UU., por supuesto, es la nación más poderosa del mundo; más rico de lo que uno pueda medir, y bendecida con el privilegio exorbitante de pagar sus deudas con el extranjero en su propia divisa, y que ella misma puede imprimir. Como resultado de ello, podría bien continuar rengueando así durante años - como lo hizo Japón durante su ‘década perdida’ - sin aunar nunca el coraje para hacer lo debería, y sin recuperarse nunca de verdad. Una ruptura total con el pasado - incluyendo la adquisición y la limpieza de los bancos más grandes - apenas aparenta como una cosa con probabilidades de fraguarse. Desde luego, no hay nadie en el FMI quien lo pueda imponer.
En mi opinión, los EE.UU. tiene ante sí dos escenarios creíbles. El primero implica complicadas negociaciones y tratos, banco por banco, y rescates continuos (y repetidos) a pulso de tambor, como los que vimos en febrero con Citigroup y AIG. La administración intentará bregar como pueda por medio de la situación, y la confusión reinará.
Boris Fyodorov, el difunto ministro de Finanzas de Rusia, tuvo que bregar durante buena parte de los últimos 20 años luchando contra los oligarcas, la corrupción, y prevaricación en todas sus formas por autoridades. A él le gustaba decir que la confusión y el caos les servía mucho a los poderosos; les permitía apropiarse de cosas, tanto de forma legal como ilegal, y con impunidad además. Cuando la inflación es alta, ¿quién puede realmente decir cuál es el auténtico valor de un determinado bien en propiedad? Cuando el sistema crediticio se apoya en bizantinos acuerdos gubernamentales y tratos negociados a puertas cerradas, ¿cómo saber que no se le está desplumado a uno?
Nuestro futuro podría consistir en un continuo tumulto que alimente el desfalco continuado del sistema financiero, en el que hablamos cada vez más de cómo exactamente nuestros oligarcas se convirtieron en bandidos, y de cómo la economía no acaba de volver a engranarse.
El segundo escenario comienza de forma más deprimente, y puede también que acabe así. Pero al menos ofrece cierta esperanza de que nos sacuda de nuestro estado de letargo. Va como sigue: la economía mundial continúa deteriorándose, el sistema bancario en la Europea central y oriental se colapsa, y - debido a que la mayoría de los bancos en la Europa del Este son propiedad de bancos europeos occidentales - temores justificables de insolvencia gubernamental se se propagan por todo el continente. Los acreedores continúan recibiendo más golpes, y la confianza cae aún más. Las economías asiáticas que exportan bienes elaborados quedan devastadas, y los países productores de materias primas en América Latina y África no están en una situación mucho mejor. Un deterioro dramático del clima económico mundial fuerza que la economía de los EE.UU., que ya tambaleaba, se caiga de rodillas. Las tasas de crecimiento proyectadas como punto de partida en los presupuestos actuales de la administración son consideradas cada vez más como exentos de realismo, y el escenario bastante optimista de “proyección pesimista” que Tesorería emplea para evaluar los balances generales de los bancos se convierte en una causa de gran vergüenza.
Bajo este tipo de presiones, y teniendo ante sí la posibilidad de un colapso nacional y mundial, puede que las mentes se concentren un poco más.
La opinión convencional entre las élites continúa siendo que el actual desplome “no puede ser tan malo como la Gran Depresión.” Ésta es una visión equivocada. Lo que tenemos ante nosotros podría de hecho ser peor que la Gran Depresión: porque el mundo está ahora mucho más interconectado, y debido a que el sector bancario ahora es tan grande. Estamos ante un bajón sincronizado en casi todos los países, un desfallecimiento de confianza entre las personas individuales y las empresas, y problemas mayúsculos para las finanzas gubernamentales. Si nuestros líderes se despiertan ante las posibles consecuencias, aún podríamos ser testigos de una dramática toma de acción sobre el sistema bancario, y la ruptura de la vieja élite. Esperemos que, para aquel entonces, no sea demasiado tarde.
Nota: el enlace al artículo original en inglés es The Quiet Coup - The Atlantic (May 2009)

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